☆ ᴛʀᴇɪɴᴛᴀ ʏ ɴᴜᴇᴠᴇ

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No sabía cuánto tiempo pasó, pero fueron largos minutos los que transcurrieron mientras lo tenía entre sus brazos

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No sabía cuánto tiempo pasó, pero fueron largos minutos los que transcurrieron mientras lo tenía entre sus brazos.

El cuerpo de Jisung comenzó a temblar, mientras la discusión entre las personas que iban al volante se hacía cada vez más fuerte, logrando que el rubio se asustara aún más. Y que Minho no sepa qué hacer.

Necesitaba hacer algo. Necesitaba calmarlo.

Pero las ganas de levantarse y comenzar a pegarles a las personas que discutían sin razón alguna, le ganaban, justamente porque estaban logrando que Jisung se alterara más. ¿Acaso no podían hacer silencio, marcharse y listo?

Minho apartó la vista del grupo de personas cuando el rubio tomo fuertemente su mano. Sin comprender lo que estaba pasando, lo estrechó aún más contra su pecho, dándole la protección que el menor estaba buscando.

—Todo está bien, ¿si? —susurró, tratando de que su voz suene lo más calmada posible—. No pasó nada—. Tranquilo, pequeño, tranquilo. Respira —indicó, acariciando su espalda, transmitiendo seguridad.

Jisung siguió respirando. Recordó lo que pudo de las sesiones con su doctora, la cual le había enseñado a respirar bien en situaciones como estás, pero hace tanto que no le pasaba, que todo lo que aprendió, se había borrado de su mente.

El corazon de Minho comenzó a palpitar a un ritmo más calmado, cuando sintió que los temblores iban desapareciendo lentamente y los sollozos se iban acallando.

—Min-Minho hyung —llamó, cuando por fin pudo recuperar un ritmo normal de su respiración y un poco de tranquilidad—. Qui-Quiero d-dulces.

Minho rió, sin poder comprender como de un ataque de pánico, lo único que quería eran los dulces. Pero no se negó, ni siquiera cuando Jisung se acomodó en su pecho, como si fuese un bebé.

—Los que quieras —cedió ante su pedido.

Ya pasó cerca de dos horas, y se resumía en Jisung saltando de alegría, probar un dulce y volver al otro para saber cual era el más rico

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Ya pasó cerca de dos horas, y se resumía en Jisung saltando de alegría, probar un dulce y volver al otro para saber cual era el más rico. Menos mal que el dueño de la confitería conocía a Minho por su padre, y el mismo señor fue tan gentil en dejarle muestras gratis, de prácticamente todo el local, de la cantidad que quiera, las veces que quiera. Y Jisung estaba muy contento por ello, ya que, sin saberlo Minho, le estaba cumpliendo un sueño: comer dulces hasta que su pancita doliera.

━ 𝐼𝑛𝑓𝑎𝑛𝑡𝑖𝑙 ⟩⟩ 𝑀𝑖𝑛𝑆𝑢𝑛𝑔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora