☆ ᴄɪɴᴄᴜᴇɴᴛᴀ ʏ ᴛʀᴇs

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Le dolían los pies.

Pensó que no sería tan cansador dar vueltas y vueltas, ya que estaba acostumbrado a jugar partidos largos en los que tenía que saltar y correr, es decir, gastar más energía. Pero estaba más que claro que Jisung equivalia a un campeonato entero de básquet y futbol juntos. Su energía era sumamente sospechosa para él, pero si le llegara a preguntar qué era lo que consumía, probablemente le diría que eran las cinco cucharadas de azúcar que le ponía en la chocolatada. Aunque ahora que lo pensaba, vió que el menor preparaba esa bebida sin azúcar, así que estaba más preocupado que antes.

Ya era el quinto suspiro que largaba, estaba oscureciendo, tenía frio, hambre y Jisung estaba tan frenético, feliz, que no quería arruinarle el momento, además que aún no encontró ese puesto en donde venden las diademas.

Jisung aceleró el paso, prácticamente arrastrando a Lee cuando sus ojos por fin percataron la presencia de una señora que conocía perfectamente.

—¡Levante los pies, hyung! —reprochó, sin mirarlo, solo quería llegar al puesto de la señora.

—¡Lo estoy haciendo! —quería maldecir, pero si lo hacía en frente suyo, no sería algo bueno para él.

La idea era subir a un par de juegos y comer algo, no dar vueltas infinidades de veces y hasta aprenderse de memoria los puestos y sus respectivos precios. Sin embargo, no se arrepentía, es más, se entretenía al pensar en que si fuera otra persona la que estuviese en el lugar del rubio, probablemente ya le hubiera golpeado unas dos veces. O mínimo dejarlo plantado.

—¡Jisunggie! —habló la señora con una sonrisa, levantandose de su puesto al igual que su hijo mayor.

—¡Noona! —soltó la mano de Minhonpara poder abrazar a la señora que hace tanto no veía.

—Pasó tanto tiempo... Yunho, saluda —le dijo a su hijo, quien saludó timido hacia el rubio, borrando la sonrisa enseguida.

Pues Minho lo estaba viendo de arriba a bajo con un semblante que daba miedo y eso puso al muchacho nervioso.

Jisung hizo un gesto muy característico de él: sonrió. Lee alzó exageradamente sus cejas, queriendo preguntarle de donde lo conocía, pero la emoción que tenía el menor en este momento, logró que todos los rastros de celos se fueran. Se veía tan lindo cuando tenía en frente las cosas que le gustaban. En este momento, la señora le estaba mostrando muchas diademas especialmente hechas para él.

Tomó una con entusiasmo y se acercó a Lee para susurrarle.

—Minho hyung, ¿le gusta mis orejitas? —preguntó, señalando la diadema en su cabeza.

—No. Te ves jodidamente infantil -espetó.

Los ojos de Jisung se entristecieron enseguida, ¿Por qué actuaba así? Se lo reprocharía mas tarde, ya que su atención fue a parar a lo que Lee estaba haciendo: le sacó la diadema de la cabeza y buscó otra, para dejarla en el mismo lugar.

—Con esta te ves más precioso.

No le importó las miradas, solo quería que sus mejillas se colorearan de un lindo color carmesí, para completar una bella imagen que recordaría por siempre. Y así sucedió, cuando terminó de acomodar su rubio cabello que había quedado algo desordenado por ser algo descuidado al colocar la diadema.

Sus mejillas pintadas de un color carmesí, el brillo labial que le dejaba más rosados los labios, y la diadema que era conformada por piedritas brillosas de distintos colores, de diferentes tamaños. Formaban delicadamente florcitas y hojas que, sumando la belleza de Jisung, quedaba como la octava maravilla del mundo.

━ 𝐼𝑛𝑓𝑎𝑛𝑡𝑖𝑙 ⟩⟩ 𝑀𝑖𝑛𝑆𝑢𝑛𝑔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora