☆ ᴠᴇɪɴᴛɪᴅᴏs

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Sus labios seguían rozándose con necesidad

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Sus labios seguían rozándose con necesidad. Jisung ya no sabía donde
dejar sus manos, pero encontró un lindo lugar en el pecho del mayor, mientras que él, seguía precionando la pequeña cintura del rubio.

Dándose cuenta que el sabor a sandía no era lo único que le gustaba.

No sabía cuanto tiempo pasaron besándose, pero los dos estaban de acuerdo con que eso no importaba, a pesar de no haberlo hablado. El trabajo pasó a segundo plano, lo único importante para Minho en este momento era besarlo hasta dejarlo con los labios hinchados, quería ver esa imágen, por no decir que necesitaba verlo de esa manera.

Poco duró el momento en el que ambos habían perdido sus cinco sentidos para ceñirse en el otro, puesto que la puerta principal abriéndose fue percatada por un nervioso pequeño con cabello rubio. Entró en pánico, por eso empujo –esta vez sí que le puso más ganas– el cuerpo de Minho, logrando que choque contra la isla, y si no fuera por ella, hubiera tropezado con sus propios pies. Y al ver aquello, Jisung deseó con toda su alma que aquella mesada no existiera.

—Dios mio, esta lluvia me tomó desprevenida —se quejó, aún así la señora Han estaba lejos de estar enojada—. ¿Sunggie, cielo, estás aquí? —gritó, ya que pensaba que su hijo estaría en su habitación.

La sorpresa fue inmensa al verlo con los ojos en grande y con un amigo que no fuese Félix o Jeongin. Sinceramente pensó que no lo vería nunca más, por más pesimista que suene eso, sabía perfectamente como los demás trataban a su hijo.

Aún sigue pensando que Lee Minho no es una excepción.

—Oh, Minho, que alegría verte de nuevo —la sonrisa que tenía en su rostro se podía percibir como falsa, más por parte de su hijo—. No te esperaba aquí, Sunggie me dijo que terminaron el trabajo.

—Así es, pero nos pusieron como pareja en otro más.

La señora Han dejó las bolsas de compras encima de la isla y sacó lo que su hijo le había pedido.

—Aquí te traje la harina y el chocolate, espero que el pastel salga delicioso. Iré a casa de Hyoyeon, más que nada para dejarlos trabajar. Sunggie compórtate y hazme el favor de guardar estas cosas.

Señaló las bolsas para luego irse por el mismo camino por el cual ingresó. Jisung estaba quieto, parecía tieso, pero, reaccionó antes de que Lee se diera la vuelta, no quería darle argumentos para que se burlara.

—¿Tan niño debes ser para que tú madre te diga como debes comportarte?

—Supongo que la tuya no te dice nada, por eso te comportas como un inmaduro —espetó, sabiendo a la perfección que se arrepentiría luego.

—No lo niego —dijo con desinterés, volviendo a sentarse en la silla.

Observaba atentamente el rostro del menor. Sus mejillas estaban rojas y sus labios estaban hinchados, justamente como lo quería ver. Sin embargo, verlo sin brillo labial, ver lo rosado que eran sin algún producto encima, lo abultado que era el labio inferior y lo delgado que era el superior, le llamó por completo la atención.

Ahora mismo, Han estaba sacando los productos comprados por su madre, separando la harina y el chocolate, para hacer el pastel que tantas ganas tenía hace algunos días. Quería llevar un trozo al cementerio, para comer con su padre, pero sabía que si lo llevaba a la escuela, su pancita iba a gruñir por un poco.

Sentía la mirada penetrante de su hyung, sentía vergüenza, nunca nadie lo miro así: tan expectante, atento o con una sonrisa. Estaba seguro que una adornaba su rostro.

—Voy a hacer el pastel ahora... —miró el reloj que estaba sobre la pared y este marcaba las seis—. Oh... uff... —se quejó con ganas de llorar y golpeó fuertemente el piso con su pie, queriendo no empezar algún berrinche frente a Lee y darle aún más razones para que se burle—. La hora de mi merienda ya pasó —mordió su labio inferior e infló sus mejillas, sintiendo como las lágrimas amenazaban con salir.

—¿Y eso que tiene que ver? ¿Tienes un horario para todo?

—Mamá dice que si meriendo después de las cinco, mi pancita va a estar llena y no voy a comer nada de la cena. Y sí, tengo un horario para que todo esté ordenado, ya no sufro ataques de ansiedad por eso.

Minho tragó saliva.

—Has el pastel y come poco, así no te llenarás y podrás comer la cena como de costumbre. Además, tengo hambre.

—¿Y quién dijo que le voy a dar? —desafió.

Minho rió y se levantó de la silla para acercarse rápidamente. Y una vez más, su hyung había atrapado su cintura, pero antes de verlo a los ojos, sintió la mirada contraria sobre su boca, de nuevo.

—Nunca dije que quería pastel.

Su voz sonó ronca y llegó al cuerpo del rubió en forma de escalofrío, el cual se intensificó al sentir de nuevo los labios de Minho sobre los suyos.

Si no quería pastel, ¿qué comería?

Si no quería pastel, ¿qué comería?

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━ 𝐼𝑛𝑓𝑎𝑛𝑡𝑖𝑙 ⟩⟩ 𝑀𝑖𝑛𝑆𝑢𝑛𝑔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora