☆ ᴄᴜᴀʀᴇɴᴛᴀ ʏ ᴅᴏs

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Sus manitos estaban temblando.

El Principito era su libro favorito desde que aprendió a leer. Su mamá también se lo leía antes de dormir, convirtiendo el libro en algo más que en su favorito. No sabía muy bien qué era lo que le causaba aquellas palabras impregnadas en la hoja, pero estaba seguro que era más que felicidad.

Y por ello, sus manitos temblaban: estaba emocionado. Su club de lectura por fin le habían permitido dar una opinion acerca del libro. No solo no se trabó en el pequeño discurso que dió, sino que su vergüenza o la timidez no invadieron su cuerpo, por ende, todo finalizó bien. Sus compañeros también sonreían igual que él y prestaron mucha atención a lo que decía. Sin embargo, luego del aplauso que le dieron, comenzando la hora de leer El Principito, Jisung no podía dejar de pensar en su discurso. No sabía si era la felicidad, o si había reprimido tanto sus nervios que ahora salían a flote y provocaban su desconcentración.

Para cuando encontró la línea de lectura en la que su profesor iba leyendo, la campana tocó, indicando que la hora terminó y que ya debía volver a casa. Menos mal, su pancita estaba rugiendo.

—Han Jisung, ¿puedes venir? —escuchó la voz de su profesor y su corazón palpitó aún más de lo que ya estaba palpitando.

El rubio, con algo de miedo se acercó, temiendo que le diga algo malo acerca de su opinión, o peor aun, que le pregunte porqué tan desconcentrado y él ni siquiera tenía una respuesta.

—Lo hiciste muy bien —confesó el mayor, con una sonrisa de oreja a oreja—. Has avanzado mucho desde el inicio de año, prácticamente desde que empezaste la escuela. ¿Haces ejercicios? Quiero decir, ¿practicas? Creo que eso te ayudará mucho para el futuro.

—No... es que El Principito es un libro que me gusta mucho, y si hablo de lo que me gusta, es muy poco probable que me trabe o el nerviosismo aparezca. También ayudó que, las personas que están en este club, las conozco y nunca me trataron mal, al contrario, me tratan como si fuese su amigo.

—Lo eres, Jisung. Me alegra que este club te esté gustando. Si surge un problema, sabes que puedes venir a mi oficina, si necesitas con quien hablar, también estoy aquí, ¿si, muchacho? —Jisung sonrió, cabizbajo—. Ahora, dime, ¿por qué Lee Minho está en la puerta desde hace como unos treinta minutos?

Los ojitos del rubio se abrieron con sorpresa. Giró su cuerpo y posó su vista sobre la única ventana que no estaba cubierta por las cortinas, y comprobó lo que su profesor estaba diciendo. Allí estaba, apoyado en la pared de enfrente con sus ojos pegados al celular.

—No lo sé... Él es así... aparece, desaparece. Primero está de buen humor y a los dos segundos te trata cortante.

—Minho es un chico difícil, hay que tenerle mucha paciencia —Jisung asintió—. Ve a casa, ya es tarde.

El menor tomó sus pertenencias y a paso lento salió de la biblioteca. Al cerrar la puerta, llamó la atención del pelinegro, quién apagó su celular enseguida y se erguió correctamente.

—S-Si busca a su novia... no está aquí —dijo cabizbajo, mordiéndose el labio porque sabia que metió la pata.

—Sabes que no tengo novia, es una pérdida de tiempo.

—Claro... ¿Qué hace aquí, entonces? —sus ojitos por fin se encontraron con los orbes oscuros de Lee. Éstos estaban un poco rojos, el cansancio era notorio.

—Vengo de entrenar y te vi.

—¿Me esperó durante treinta minutos?

—Ahora entiendo, suena patético. Adiós —amagó con irse, pero Han fue más rápido y tomó su mano, deteniéndole el paso.

—No es patético, es lindo, tierno y atento de su parte —sonrió, avanzó un pasito, queriendo besar los labios de su hyung, pero la vergüenza fue tanta que solo se quedó allí.

—Niño... —llamó, pero no siguio con la oracion.

Desvío sus ojos hasta la puerta que tenía al lado, dándose cuenta que era un salón vacío. La abrió rápidamente y tiró de la mano del menor, una vez cerrada la puerta, dejó su bolso en el suelo y se acercó.

—M-Minho hyung, ¿qué hace?

—No hago nada.

—Sí. Haces muchas cosas y me confunde, ¿por qué?

Jisung sabía que era en vano preguntar aquello, porque como lo intuyó: Minho no respondyio. Solo se acercó un poco más y lo subió sobre la mesa. Aquella escena parecía un deja vu, pero lo que no encontraba igual, era como la puesta del sol le daba al rostro, dejando sus orbes oscuros como si fuesen de un color marrón claro.

Era jodidamente precioso.

Y Minho no estaba tan lejos de pensar lo mismo. Las mejillas del rubio estaban algo rojas, moría por tocarlas, así como lo hizo la noche anterior. Sus ojitos también lucian más claros de lo normal, dándole un toque más inocente, más de lo que ya era. Su boca... Oh Dios, ésta tenía poco brillo labial, pero lo hacía más apetitoso.

—¿Puedo... Puedo darle un besito? —Minho asintió, no supo en qué momento comenzó a ansiar tanto un beso de su parte.

Una vez los labios de Jisung tocaron los suyos, Minho llevó sus manos, sin permiso alguno y las colocó debajo de la camiseta, tocando la piel canela que el menor poseía, suave y cálida. Estaba demás decir que necesitaba acariciarlo.

—Tu boca es mía, ¿entendido? —Jisung abrió sos ojitos como platos.

—Pero... Pero... ¿cómo es posible que mi boquita sea suya, si usted ya tiene una?

Aquella pregunta, logró que por primera vez Minho largue una carcajada. Y sin miedo, ante los ojos confundidos del menor, Lee acunó su rostro y acarició tiernamente sus mejillas.

Por primera vez se dejo llevar por los latidos de su corazón.

Por primera vez se dejo llevar por los latidos de su corazón

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Preparenseeeeee

━ 𝐼𝑛𝑓𝑎𝑛𝑡𝑖𝑙 ⟩⟩ 𝑀𝑖𝑛𝑆𝑢𝑛𝑔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora