Hoja perdida

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Regina no durmió, sentía una necesidad extrema de describir a la muchacha, de colocar en papel lo que la perturbaba desde temprano. Había comenzado a las nueve, después de cenar y del largo baño repleto de vapor. No sacó el portátil de la maleta, así que empezó allí mismo, en una hoja de papel de un bloc que tenía en el fondo del bolso. El bolígrafo temblaba en sus manos, ya no estaba acostumbrada a usarlo de aquella manera. Con las facilidades de la tecnología, Regina hacía escaso uso de los bolígrafos, sus dedos preferían las teclas. Pero no podía perder la oportunidad de describir a la muchacha, jamás, y casi en desespero sacó fuera todo lo que veía cuando cerraba los ojos.

Joven, tiene cuerpo pequeño, aparentemente frágil, cabellos largos y lisos, de aquellos lacios que expuestos al sol brillan de forma más clara, pero en su rostro lo que es más hermoso son los ojos; fuertes, determinados y agresivos. Ni cuando hay lágrimas su belleza se pierde, todo lo contrario, aumenta, bella, encantadora, adorable...

Con la sensación de alivio, Regina soltó el bolígrafo y respiró.

Desde esa mesa del cuarto del hotel, veía al marido roncando, pero aunque él durmiera cómodamente, ella no estaba tan cómoda como él. El camión de la mudanza llegaría temprano ese día, había muchos objetos que colocar en la enorme casa nueva que habían alquilado. Tenía la esperanza de que decorar la mansión a su gusto fuera una distracción antes de poder volver al trabajo, aunque estuviera sintiendo una angustia tan fuerte en ese instante que no quería nada más, solo la muerte. ¿Y si fuera ella en lugar de Daniel?, pensó. Encajaría perfectamente para ella una muerte lenta y dolorosa. Ya ni sabía por qué había descrito a la chica cuando la marea del desánimo la embargó. Miró el reloj, eran las once, pero esa noche no vendría el sueño.

Emma llegó a su hora a trabajar, contando los minutos en el reloj. El día empezó frío y ponerse un abrigo le pareció prudente, pero seguía teniendo frío y las manos rígidas cuando apareció en la recepción del Hotel Hopper. Archie solo se molestó en alzar la mirada hacia ella que temblaba como un pajarito sin plumas.

‒ Tienes que aprender a abrigarte más, Emma‒ dijo y rápidamente volvió a organizar los papeles en que estaba ocupada cuando ella había llegado.

‒ Voy a comprarme un coche con el próximo sueldo y ya no voy a tener que caminar con este frío por el resto de mis días ‒ dijo la muchacha, áspera

‒ Has sido despedida de todos los trabajos posibles de Mary Way Village, ¿cómo vas a comprarte un coche si apenas tienes dinero para la gasolina?‒ replicó él

‒ He ahorrado dinero. Si he trabajado en todos los lugares posibles de esta ciudad, tengo dinero para conseguir un coche de segunda mano de la tienda de Gold.

Archie alzó la mirada hacia ella de nuevo. Guardó los papeles dentro de una caja y rodeó el mostrador.

‒ Ten cuidado con él. No dés nada más que dinero para pagar ese coche, sabemos lo asqueroso que es.

‒ Solo porque tiene una tienda de coches de segunda mano, sale con chicas mucho más jóvenes y trabaja en el ayuntamiento voy a tenerle miedo. No le tengo miedo, ni a él ni a nadie‒ Emma habló con firmeza.

‒ Tu ausencia de miedo no te va a ayudar mucho si decide hacerte algo. Tienes que tener cuidado, Emma. Eres jóven, una muchacha aún, no puedes salir por ahí enfrentándote a la vida como si fuera fácil.

‒ Me gané eso de tu adorada Ingrid, ella me obligó a enfrentarme a todo sola. Si no hubiera salido detrás de trabajo, seguro que ya me hubiera muerto de hambre por su culpa‒ replicó Emma

‒ Tu madre va a regresar, Emma, es cuestión de tiempo, está avergonzada, cualquier persona en su situación se sentiría de esa manera‒ él intentó rebajar la tensión

Íntimamente EmmaWhere stories live. Discover now