La muerte disfrazada

460 50 5
                                    


Días más tarde, faltando dos semanas para el juicio de Ingrid, Emma y Regina se reunieron con los tíos de la muchacha para comprender lo que sucedería en el tribunal en cuanto a las posibilidades de que Ingrid fuera declarada inocente. Temiendo que la hermana estuviera siendo sincera cuando habló con ella, David quiso escuchar la opinión de la sobrina, pero Emma no dejó atrás su certeza, aunque fuera una mínima parcela, su madre era culpable.

‒ ¿Y a quién estaría protegiendo? ¿A Archie? ¿Al Sr. Gold? Ninguno de ellos sería lo bastante idiota como para dispararle a Daniel‒ dijo la muchacha, mirando al tío desde la mesa donde estaba sentada al lado de Regina.

Mary Margaret estaba al lado de ellas, sirviendo un té a todos.

‒ ¿Un poco más, Regina?‒ le ofreció a la escritora, que enseguida alzó la taza. Después volvió a mirar a su sobrina y continuó ‒ Emma, ten en consideración que Ingrid no es una persona normal, perfectamente puede haber tenido un golpe de rabia y haber decidido disparar a Daniel. Sin embargo, es una cobarde, Ingrid ha tenido que convencer a alguien para que la ayude.

‒ Dadas las circunstancias, no dudo que haya sido eso lo sucedido ‒ dijo Regina ‒ Daniel decidió no casarse con ella después de descubrir el secreto, así que tras haber contado con eso, debe haberse vuelto una fiera.

‒ Puede ser, pero algo me dice que mi madre trabajó sola en el asesinato‒ Emma se acarició un brazo por encima de la blusa, miró a la tía, a Regina, y después a su tío al otro lado de la mesa.

‒ Me hubiera gustado ser una mosca para ver lo sucedido en la mansión aquella noche‒ dijo él rascándose la nuca.

Mary se puso una mano en el pecho y sacudió la cabeza.

‒ Ma da escalofríos solo de imaginarlo.

‒ Si hubieran visto lo que yo vi, se lo pensarían dos veces antes de querer recordar.

Regina tocó una de las manos de Emma sobre la mesa y le ofreció apoyo. La muchacha le sonrió tiernamente.

‒ No es bueno seguir pensando en eso, hija, tienes razón‒ dijo David, antes de beber su té ‒ Sinceramente, no sé qué pensar de tu madre, ha perdido completamente el juicio. Creo que siempre tuve esperanzas de que cambiaría, pero en verdad, Ingrid siempre fue así.

‒ Un día, Regina y yo echamos una ojeada a las fotos antiguas de la familia y creo que Ingrid en algún momento fue una buena persona, solo que se dejó llevar por la vanidad y la ambición. Ella siempre quiso ser lo que no estaba a su alcance‒ se lamentó Emma.

‒ De lo que yo me acuerdo es de lo pronto que se fue de casa, cuando comenzó a beber y a mezclarse con malas influencias. Nuestros padres sufrieron por ella. Yo, como hermano, siempre estaba sacándola de atolladeros, pero después de un tiempo se volvió imposible vigilar a Ingrid fuera donde fuera.

‒ Es que de verdad no tenía sentido que fuera tan diferente a ti.

‒ Fue bien criada, nunca le faltó nada mientras vivía con la familia, solo que éramos humildes, sin tanto lujo, e Ingrid a veces no aceptaba un no como respuesta.

‒ ¿A veces, dices? Siempre le daba rabietas cuando no conseguía lo que quería. Por eso se convirtió en una asesina.

Mary, atenta a la conversación, miraba al marido y pensaba en cómo sería el final de su cuñada. ¿En la cárcel, viviendo el resto de su vida, quizás condenada a muerte, o suelta como si nada de lo que estaban hablando hubiera sucedido?

‒ David, ¿crees que es posible que la declaren inocente?

Emma casi da un salto en la silla. David arqueó las cejas, frunciendo el ceño y pensó.

Íntimamente EmmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora