Después de la tempestad

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A Regina le había costado días tener una noche de sueño profundo. No solía soñar, pero algunos recuerdos, a veces, volvían en forma de sueño, como un recurso de la mente para no olvidarse de los hechos, en medio de un momento especial.

De repente, estaba de vuelta al año anterior, cuando había decidido mudarse con Daniel de Nueva York a Mary Way Village tras una cura para su dolencia. No le había gustado la idea, sin embargo no podía criticar, había sido ella quien había dicho la última palabra en relación al traslado a la ciudad costera de Maine, queriendo que ese fuese el último sacrificio de su vida por Daniel. Era el final de él, estaba acabando un tormento de años. Había comenzado a escribir Íntimamente, una historia que no hacía sino meterse en su cabeza y que solo empezó a plasmar en papel porque no tenía con quien desahogarse. Dos mujeres solitarias y una pasión avasalladora formaban parte de la trama.

Despertó con el golpe de la mano de Daniel en su barriga cuando él se había girado en la cama para intentar abrazarla aún dormido.

Amaneció. Por lo que parecía, sería un día soleado, lo leía en esa neblina baja en la ventana. El día comenzaba frío, pero cuanto más rocío, más cálido se hacía el día. Pensó que era un buen motivo para encontrarse con Emma en el mirador más tarde. Tenía un motivo para levantarse y esperar el final de la tarde.

Le abrió la puerta a Belle y le pidió que preparara un buen desayuno. Mientras, esperó a que Daniel despertara, sentada en el sillón forrado de satén que había en una esquina del dormitorio. No dejó que el odio la dominara esa vez, no lo juzgó, ni pensó en maltratarlo para volcar su frustración en aquel hombre. Quedó, solamente, un largo suspiro, una pena por lo frágil que él se encontraba, teniendo que luchar días tras día por una recuperación milagrosa. Fue lo suficientemente humilde como para ayudarlo a levantarse cuando se despertó y la vio mirándolo.

‒ Estás tan bonita cuando la luz golpea tu cara de esa manera‒ dijo él completamente ronco por el sueño, pero Regina sospechó que se encontraba débil.

Lo sentó y le arregló el pelo.

‒ Eres de los que me haces cualquier cumplido‒ dijo ella, sin compromiso

‒ Siempre lo fui, pero cualquiera percibiría lo mismo

Regina asintió

‒ No cualquiera, solo los merecedores‒ ella lo puso en pie y le llevó al baño, con el resto él solo se resolvía.

Antes de entrar, se apoyó en la puerta y la miró

‒ Últimamente solo hablas con metáforas. ¿No crees que estás trabajando mucho en tus novelas?

‒ Si es trabajo no lo sé, solo sé que me está gustando‒ Regina le dio la espalda y cerró la puerta del cuarto cuando salió. Había otra metáfora en su respuesta, pero esa, Daniel no fue capaz de entenderla.

Emma se sentía en apuros al poner los pies en el mirador. Era otra cita marcada con Regina, otra oportunidad para seguir conociéndose y otro momento para seguir muriéndose de amor por la escritora. Sentía que estaba yendo demasiado lejos, profundizando en una relación que solo existía para ella. Estaba enamorada de Regina de una manera arrebatadora y había elegido callarse porque ella no vería esa pasión con los mismos ojos. Si al menos pudiera dar marcha atrás y nunca haber encontrado la hoja perdida con aquello escrito sobre ella, su corazón jamás habría caído en la trampa en que se encontraba ahora, aún más después de leer tantas cosas escritas por Regina. Emma estaba segura de que ella no era feliz en su vida particular y escribir se había convertido en un refugio, en la manera en que la mente de la mujer huía de la realidad. ¿Cómo reaccionaría Regina si viviera de verdad una de esas historias? Emma también quería esa respuesta, y aún más, quería ser uno de los personajes.

Íntimamente EmmaWhere stories live. Discover now