El cuadro misterioso

727 96 11
                                    


Por lo que parecía sería otra mañana corriente en la floristería de David y Mary Swan. Zelena, la empleada que trabajaba en la tienda desde hacía más tiempo, intentaba con todo cuidado femenino podar una Rosa del desierto cuando escuchó el timbre de la puerta que anunciaba la entrada de un cliente. Tranquilamente, soltó las tijeras de poda sobre el mostrador, se levantó y caminó hacia el hombre que estaba mirando las flores.

‒ Buenos días, señor. ¿Puedo ayudarlo?‒ preguntó, mientras intentaba deshacerse discretamente del resto de astillas que habían quedado en sus manos, escondiéndolas tras su cuerpo.

El hombre que había entrado en la tienda llevaba un bastón y estaba vestido de forma elegante, dejando de lado el hecho de llevar un suéter encima de una camisa de vestir, en un intento de relajar el aspecto general, algo intimidante. Él se detuvo y se sintió aliviado, apoyándose con ambas manos en el bastón. Era la primera vez, en aquella mañana, que se sentía indispuesto. Había conseguido conducir, caminar por las calles de Mary Way Village y buscar a la esposa en la biblioteca de la ciudad, pero ella no estaba allí, cosa que le pareció extraña, pues estaba seguro de que Regina estaba investigando para la nueva novela que estaba escribiendo. Cuando salió de la biblioteca, pensó en comer algo. Era media mañana, quizás fuera más justo esperar a Regina en casa y mostrarle de otra manera lo bien que se sentía, por esa razón buscó la floristería más cercana de donde se encontraba, o la única en la ciudad si lo pensaba bien. A Regina, seguramente, le gustaría el regalo que le llevaría.

‒ Buenos días. Estoy buscando una flor, quizás una rosa, para regalar. ¿Puede recomendarme algo, señorita?‒ dijo él, mirando directamente a la empleada.

Zelena asintió, solícita, y supo llevarlo exactamente donde estaban las rosas más hermosas de la tienda.

‒ En este pasillo hay una gran variedad de rosas, pero si quiere regalar algo más delicado, le sugiero flores del campo, puedo hacerle un ramo con flores de su elección.

Daniel se acercó despacio, con la ayuda del bastón, pero caminaba infinitamente mejor que los días anteriores. Se sintió perdido ante la gran variedad que tenía a disposición. Pensó en una rosa roja, pero era algo muy. Así que pensó en algo completamente diferente a lo que Regina podría gustarle. Pero el problema es que él apenas recordaba lo que realmente le gustaba a la esposa. Hizo un esfuerzo por acordarse, o recordar al menos una vez a Regina interesándose por cosas delicadas, sabía que ella era femenina, que amaba sobre todo el aroma de las cosas y la suavidad. Pensó en lo sensible que era su esposa, ya que era escritora.

Señaló una rosa de color lavanda y la escogió

‒ ¿Qué me dice de esta?

‒ Si se la va a regalar a una mujer muy hermosa, es la rosa ideal‒ respondió Zelena. Estaba sacando el bloc de notas del bolsillo cuando escuchó el sonido ligero de la campanilla de la puerta.

‒ ¡Daniel!

Él giró el rostro y vió a la mujer acercándose.

‒ Querida, te he estado buscando. ¿Dónde estabas?‒ se sorprendió al verla ahí

Daniel le sonrió, pero ella no le devolvió la sonrisa.

‒ En casa‒ respondió Regina inmediatamente, cambiando de idea al percibir que no era convincente ‒ Quiero decir, fui a casa, pasé unas horas en la biblioteca de la ciudad, pero algunos alumnos de la escuela cercana no me dejaban concentrarme.

El pintor frunció el ceño

‒ Extraño

‒ ¿Por qué extraño?

Íntimamente EmmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora