La propuesta

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Emma cerró la puerta de su casa y se apoyó en la misma con expresión contrariada. Podría haber descubierto quién había escrito aquellas cosas, pero sus sospechas sobre los Mills eran equivocadas, aunque no estaba muy segura de que la mujer le hubiese dicho la verdad. Lo que escuchó le sonaba raro, y la forma en que habló la señora Mills le dio la impresión de que ella conocía quién había olvidado la hoja en el cuarto del hotel.

Estaba pensando en desistir y dejar aquella hoja de lado, no debía perder su tiempo con una tontería tan grande, pero había una cosa que la señora Mills dijo, era algo así como "Quizás esa persona la dejó en el cuarto para que usted la encontrara"

Emma estaba exhausta y también necesitaba un baño.

En aquel momento, sin embargo, solo quería entender quién la habría descrito tan bien en pocas palabras. Ya que no hallaría esa respuesta en sí misma, decidió subir y relajarse en un reconfortante baño. Su habitación estaba situada al final del pasillo y hasta llegar a ella, tenía un largo camino por la planta alta de la casa. Se fue quitando la ropa y tirándola al suelo, pieza a pieza, sin tomar cuidado, formando un sendero hasta estar completamente desnuda para recibir el agua templada.

Entró en la bañera, notando cómo el agua envolvía su cuerpo en un lento calor. Comenzó a flotar, cerró los ojos. Se quedó dormida minutos suficientes para que sus dedos se arrugaran, y entonces el teléfono la trajo de vuelta.

Salió del baño enfadada, anudándose el albornoz en su cuerpo, pisando fuerte hasta llegar al teléfono que estaba al lado de la cama.

‒ ¿Diga?‒ atendió con voz seca

‒ Emma, soy yo, David. Me he enterado de que te han despedido del Anita's. ¿Necesitas algo?‒ dijo un hombre al otro lado de la línea

‒No, tío, estoy bien, ya me las he apañado en el Hotel Hopper. Archie me ha dado empleo, ganaré poco, pero aún así será mejor que el sueldo que recibía en la ferretería‒ respondió ella, sentándose en la cama

‒ Mira, Emma, si lo necesitas, ven a quedarte aquí con nosotros.

‒ No quiero, tío, no necesito tu ayuda, no puedo aceptar más ayuda tuya ni de tía Mary.

‒ Sabes que siempre estaré a disposición. Eres como mi hija‒ la voz del hombre tembló, segundos después él carraspeó ‒ ¿Tienes noticias de tu madre?

‒ Soy la última persona en esta ciudad que tendría noticias suyas. Ya han pasado ocho meses, esta vez sí los he contado‒ Emma estaba luchando para no echarse a llorar.

‒ Debe estar ocupada. Bueno, ¿de verdad no quieres quedarte con nosotros en casa?

‒ No, tío David, gracias. Estoy bien aquí.

La muchacha se despidió del tío y colgó el teléfono, después se tiró en la cama recordando. Ocho meses. Demasiado tiempo. No podía imaginar qué pasaba por la cabeza de Ingrid para tardar tanto en regresar. Aún así, volvería, se quedaría un mes y después se marcharía de nuevo de la ciudad. Estaba segura que, con cada día que pasaba, su madre más la olvidaba, y no tenía culpa alguna por ello.

Finalmente comenzó a llover, Emma se quedó dormida con el ruido de las gruesas gotas cayendo sobre el balcón del cuarto, pero esta vez nada interrumpió su sueño.

En esa escasa media hora transcurrida desde la visita de la muchacha en su puerta, Regina esperó. Miraba fijamente en dirección a la casa en donde la muchacha había entrado, pensando sin parar en el apretón de manos y una frase: "Ma llamo Emma" Nada de ella desde entonces, se había marchado, sin embargo, estaba a algunos pasos de allí. Si tardaba en salir, significaba que vivía en aquella casa grande cerca del final de la calle. Regina imaginó que la muchacha vendría a pedirle algo prestado cuando lo necesitara, ella también podría acercarse solo para pasar el tiempo. ¿Qué tiempo si apenas se conocían y Emma solo llamó a su puerta para preguntar por la hoja perdida que dejó en el hotel a propósito para que ella la encontrara?

Íntimamente EmmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora