Pronóstico de la verdad

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Quiero disculparme por la tardanza, pero es el comienzo del curso académico, preparar las clases, además este año soy tutora. Y no me han entrado ganas de sentarme a traducir. Pero no os preocupéis, yo nunca dejo un fic sin finalizar. Lo haré, pero las actualizaciones no serán tan rápidas.


Emma volvió a su sombrío mundo interior de la adolescencia, a su mejor amiga la soledad. Se hundía a cada momento más hondo, en descubrimientos sobre sí misma que nunca pensó que existieran, y ahora, a pesar de la presencia continúa de Regina, se sentía como cuando pequeña, abandonada por la madre que siempre le prometía volver. Alguna sugestión sombría y convincente le decía que creyera en la teoría de Belle como la más probable, un mal presentimiento que le decía que no se iba a sentir orgullosa al saber quién sería su verdadero padre.

Ingrid nunca se lo iba a contar porque ella era fruto de una artimaña que le había salido mal. ¿Por qué Ingrid solo pensaba en sí misma? ¿Acaso si le hubiera salido bien la amaría?

Regina observaba a Emma con mucha pena, durante la caminata hacia la casa de la esquina, y, después de entrar, sin atreverse a decir nada sobre lo que había escuchado, porque también sentía el corazón encogido, el mismo mal presentimiento. Cuando llegaron, la escritora cerró la puerta, y vio cómo la joven se adentraba en la casa como si en cualquier momento decidiera echar hacia fuera las mil y una cosas que su semblante no conseguía definir. Emma caminó directamente hacia el armario de la sala, echó a un lado los libros impresos que Regina le había regalado y no tardó en encontrar lo que estaba buscando― el álbum de fotos de la familia Swan. La muchacha se sentó en el sofá y comenzó a pasar las primeras páginas, mirando foto tras foto con los rostros familiares, hasta encontrar el de la madre, perdido entre algunos retratos ajenos a los guardados en el álbum.

Cogió una foto del día en que se habían mudado a la casa donde estaba ahora. Ingrid estaba con una sonrisa dulce, amparada por el hermano y la madre. Sus cabellos eran claros, era lo que a Emma más le gustaba de ella cuando era pequeña y tenían sus raros momentos juntas, cuando Emma enrollaba sus pequeños deditos en los rizos y miraba sus ojos profundos de un intenso azul que no heredó de ella. Nunca iba a entender cómo aquella mujer tan bonita podía ser, en realidad, tan fea por dentro.

Si no hubiera pasado por lo que ha pasado por su culpa, aquella foto y otras de la juventud de Ingrid la engañarían. En una de ellas reconoció a Anita Lucas, pero no era un secreto que las dos fueron amigas cuando cursaban el instituto. En otra, Ingrid ayuda al hermano a montar un enorme árbol de Navidad en la esquina de la sala. Y conforme iba pasando las fotos, Emma veía el cambio en los ojos de la madre, cada vez más densos y distintos, abandonando la gentileza y humildad de los Swan.

Corrompida, pensó Emma, mientras estudiaba la sonrisa ladeada dibujada en la boca de la madre en otra foto. Quizás se haya corrompido por la ambición...

Emma cerró el álbum abruptamente, tirándolo con la misma violencia en el suelo. Escondió el rostro entre los cabellos, pero prefirió no llorar, ni gritar, nada.

Regina estuvo todo el tiempo observando, pero Emma permaneció callada, consumiéndose por una rabia que jamás imaginó poseer, aunque creía que no era rabia, sino odio.

‒ ¿Qué vas a hacer ahora, Emma?‒ preguntó Regina, finalmente

Los labios de la muchacha temblaban, cerrados, hasta que decidió no encerrar más sus emociones.

‒ Voy en busca de la verdad‒ respondió ‒ Ya basta de que me esconda quién es mi padre y qué estuvo haciendo antes de yo nacer. Estoy cansada de no saber cosas sobre mí y pagar por lo que ella ha sido. Creo que voy a arrepentirme de haber decidido volver, pero nunca he tenido tantas ganas de decirle cómo me siento. Ha llegado la hora y tengo miedo, no sé por qué. Ya no puedo permitirme ser una víctima de su egoísmo. ¿Sabes lo que escuchaba cada vez que un cliente de las tiendas donde trabajé me reconocía?‒ Regina sacudió la cabeza, aprensiva‒ Escuchaba que no iba a tardar mucho en comenzar a comportarme como ella. Me decían que era su viva imagen cuando joven y que, seguramente, mis jefes tenían que cuidarse para no ser seducidos por mí, que robaría la caja para comprar bebidas y drogas y que avergonzaría a mis tíos.

Íntimamente EmmaWhere stories live. Discover now