Conclusión precipitada

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Aquella noche Daniel regresó a casa con un ramo de lirios en el brazo. Iba pensando en su esposa, o casi ex esposa, y en las cosas en que le iba a decir mientras esperaban que la cena estuviera lista. Había planeado una conversación sana con Regina sobre el divorcio, sin esconder las esperanzas de reconciliación que tenía. No le cabía en la cabeza aceptar la idea de que el amor que ella le tenía había desaparecido. Era más sensato aceptar que Regina estaba teniendo una aventura y que era totalmente nueva en su vida. Él sabía que tenía que esforzarse mucho más allá de la sencilla amabilidad si quería tenerla de vuelta. Así que, iría detrás de todo y de cualquier cosa, hasta el último rincón del mundo para agradarla, en el intento de hacer que se enamorara de nuevo, comenzando por los lirios violeta. Daniel se los dio a Belle para que los colocara en un jarrón, y lo pusiera sobre la mesa del comedor como adorno.

Él sabía que corría un serio riesgo de no encontrarla en el cuarto de huéspedes en caso de que tardase mucho, así que le había pedido a la empleada que le echara un ojo a Regina hasta que él volviera.

‒ ¿Salió?‒ preguntó él

‒ No, está arriba tomando un baño. Me pidió que le llevara la cena dentro de media hora‒ respondió Belle

‒ Vuelve a organizar el comedor, voy a convencerla para que baje conmigo. Cuando aparezca con ella, no te olvides de la música.

‒ Sí, señor‒ Belle simplemente obedeció.

Daniel subió a la segunda planta, y mientras se acercaba al cuarto de invitados, escuchaba el sonido de la ducha abierta, que solo se podía escuchar porque Regina se había descuidado y había dejado la puerta del cuarto entreabierta. Todo en la habitación tenía su perfume, una mezcla fuerte de rosas y alcohol. Él esperó, acariciando sus ropas separadas sobre la cama: una camisa de lana y unos pantalones vaqueros oscuros. Se llevó la camisa a la nariz y respiró el perfume que ni el mejor jabón conseguía arrancar de la tela. Le vinieron recuerdos de ella, de cómo habían pasado momentos abrazados e, infelizmente también le vino a la mente que en esos momentos otro alguien la tenía en sus manos y recibía sus abrazos como él los recibió por tanto tiempo.

Regina salió del baño envuelta en una toalla, y se encontró a su marido, desconsolado, con su blusa entre las manos. Se asustó al no esperar que él apareciera y entrara sin ser invitado. Se había dicho a sí misma que no discutiría con Daniel antes de que él encontrara un abogado para el divorcio. Pero algo en cómo él miraba su blusa la confundía, no sabía si venía por eso o si andaba detrás de una reconciliación. De cualquier forma, Regina no se intimidó con la presencia del pintor.

‒ ¿Puedo saber qué haces aquí, Daniel?‒ dijo ella abriendo la puerta del armario pegado a la pared mientras, con la otra mano agarraba con firmeza la toalla.

Él giró el rostro, soltando su camisa, y dijo.

‒ Estaba esperando a que acabaras de bañarte. He venido a invitarte y no acepto un no como respuesta‒ Daniel habló con valor.

Regina sacó una prenda íntima del armario, sujetándola a la altura del busto. No se giró hacia él.

‒ ¿Qué invitación?

Daniel respiró hondo, se levantó de la cama y se quedó mirando hacia su espalda. Incluso envuelta en la toalla, la silueta femenina de Regina era una visión divina y, contemplando su cuerpo, él tuvo dificultades en disimular el sufrimiento que se apoderó de su pecho solo de imaginar que aquello ya no era suyo.

‒ Cena conmigo ahora. Me gustaría mantener una conversación civilizada sobre nuestra situación‒ algo en su voz hizo que ella notara un remordimiento en sus palabras.

Íntimamente EmmaWhere stories live. Discover now