La culpable

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La culpable

Una escena de horror, Emma delante del padre muerto, un padre al que apenas tuvo oportunidad de conocer, el hombre que estuvo casado con el amor de su vida. Jamás le diría cuánto lo amaba, ni siquiera tendría la oportunidad de aprender a quererlo. Haberlo matado era el acto más cruel inimaginable que habían cometido con ella, muy diferente de hasta lo que Belle pudiera imaginar con sus teorías fantásticas sobre su jefe.

El olor a sangre que se derramaba de su pecho producía náuseas a la muchacha, un dolor de cabeza sin límite y un nudo atravesado en la garganta. Ya no aguantaba mirar hacia el cuerpo tirado en el suelo, un peso muerto y aquellos ojos grises, abiertos de par en par, sin vida alguna. Una imagen con la que cargaría el resto de su vida. Emma se tapó sus ojos con las manos. Quería abrir la boca y gritar, pero cuando lo consiguió no escuchó la voz gritando de dolor por la pérdida.

‒ ¡Pobre hombre! ¡Pobre!

Alguien entró en la estancia y retiró a la muchacha de dentro, diciendo cosas que ella solo comprendió después, fuera de la casa.

‒ Señorita, no puede estar ahí dentro, es la escena del crimen, no puede estar ahí‒ dijo el policía que la condujo y la sentó en uno de los escalones de la escalera de la entrada de la casa.

Ahora Emma entendía la agonía en el rostro de Belle cuando hubo llegado, la desconfianza explícita en la cara de Graham y la conmoción del agente de policía que estaba tomándoles declaración.

Después de hacerle beber un vaso de agua con azúcar, los policías cerraron el taller, prohibiendo a cualquier persona entrar antes que el forense. Algo más tarde, no se sabe cuánto, un equipo con monos azul oscuro apareció trayendo maletines, guantes, cámaras y cosas que Emma nunca había visto, ni en una serie de televisión. Pasaron por su lado como bultos y cuando salieron cuchicheaban algo como "A quemarropa"

Emma agarraba el vaso vacío, pensando en el padre muerto y la expresión en sus ojos. El mismo agente que la había sacado se acercó de nuevo.

‒ ¿Más tranquila?‒ preguntó con cuidado. Ella asintió, pero no alzó el rostro ‒ ¿Puedo hacerle algunas preguntas referentes a la víctima?

‒ Puede‒ su voz salió muy de dentro

‒ ¿Qué era usted para la víctima?‒ comenzó el policía de la forma más sutil posible.

‒ Su hija

‒ ¿Cuándo fue la última vez que estuvo con él?

‒ Ayer, por la noche

‒ ¿Se acuerda de la hora precisa?

‒ Cerca de las ocho, me quedé casi una hora conversando con él y cuando me marché aún estaba vivo.

El policía asintió como si hubiera acabado de comprobar la coartada de la muchacha. Lo que Emma le había dicho era exactamente lo que la empleada y el enfermero le habían comentado poco antes de ella aparecer. Se apartó y Emma miró hacia la calle. Algunos vecinos, antes invisibles en el barrio, ahora se apretaban tras la cinta policial que los separaba de la casa.

La muchacha había perdido la noción del tiempo que había pasado sentada en la escaleras, pero vio el momento exacto en que un coche fúnebre apareció para recoger el cuerpo del padre. Dos hombres altos entraron en la mansión y ella se levantó. Se dio cuenta de que estaba mareada y débil, recordaba el olor de la sangre. Ahora quería irse a casa, pero no se marcharía tan pronto, no antes de que la policía acabara de hablar con ella. Belle y Graham ya se habían ido en un coche con un agente y los otros esperaban el levantamiento del cadáver.

Íntimamente EmmaWhere stories live. Discover now