La sentencia

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Aunque hubiera llamado la atención de todos, las palabras de Emma no habían sido una gran novedad, lo que quizás había sorprendido había sido la frialdad de la muchacha. Era demasiado tarde para convencer a la joven de que cambiara su opinión sobre su madre, eran ideas maduradas, llenas de rencor y resentimientos, pero con un extremado sentido de justicia. Miraba ahora a su madre con una mezcla de osadía y recelo, mientras Ingrid devolvía pura aflicción. Si fuera otra persona la que estuviera mirando tendría dudas de si la acusada estaba de verdad arrepentida. Sus ojos brillaban como si estuviera a punto de echarse a llorar copiosamente, su boca insistía en temblar hacia abajo y las líneas de su rostro a Emma, aunque estaba lejos, le parecía que temblaban. ¿Qué había hecho por ella? Toda su vida tuvo manía de grandeza, que la había llevado por el peor camino, ¿por qué descontar su frustración en una pobre criatura? ¿Qué culpa tenía? ¿Para después verla ahí acusándola de haber matado a su padre? ¡Qué decadencia!, pensaba Swan.

‒ Orden, por favor‒ pidió Úrsula con su voz y mazo. Las conversaciones paralelas sobre la frialdad de Emma acabaron ‒ Sr. Walsh, ¿la acusación tiene más preguntas para la testigo?

‒ No, su señoría. No hay más preguntas. Gracias, Emma‒ dijo el fiscal dándole la espalda a la joven.

Emma vio cuando Isaac dijo algo a su madre y ella sospechaba lo que era. En realidad, Ingrid no estaba reaccionando bien, miraba a Emma de vez en cuando y se podía deducir que deseaba tener el pelo suelto para poder esconder su rostro y que nadie pudiera ver la decepción consigo misma. Después de que Heller escribiera algo en un papel sobre la mesa, se levantó y caminó hacia Emma, encarándola con una sonrisa malvada e impertinente.

‒ Señorita Emma Swan, ¿cómo está?‒ dijo

‒ Bien, gracias‒ respondió ella

‒ Le pido disculpas si le parece un poco petulante por mi parte, pero no puedo dejar de preguntarle sobre algo muy curioso que ha sido expuesto ante esta pequeña ciudad en las últimas semanas‒ él se calló, se pasó la lengua por los labios y pensó, alzando un dedo para confirmar la pregunta que iba a formular‒ ¿Hace cuánto tiempo exactamente que la señorita mantiene una relación afectiva con la ex esposa de Daniel Colter?

‒ Protesto, irrelevante‒ reclamó Walsh

‒ ¡Denegado!‒ dijo la juez y hasta aquel momento Emma no respondió, se quedó callada, frunció el ceño ligeramente incómoda ‒ Responda a la pregunta, por favor

Emma no tenía elección. Con su mirada buscó a Regina entre el público y la mujer le hizo la señal de que siguiera, sin necesidad de palabras.

‒ Desde hace ocho meses.

‒ ¡Ocho meses! ¿Y por casualidad, la víctima, su señor padre, tuvo conocimiento de esa relación?

‒ Sí

‒ Hm...Claro...Y la acusada, en este caso, su madre, ¿también lo sabía?

‒ Lo supo antes que mi padre.

‒ Emma, lo que quiero entender es cómo acabó en una relación con la mujer que se casó con su padre. Se debió sentir muy confusa cuando supo esa información, ¿cierto?

‒ Obvio que sí, pero no es difícil comprender cómo acabé con Regina Mills, solo sucedió lo que en cualquier otro tipo de relación.

‒ Vaya, entonces, ¿no hubo, cómo decirlo, por tratarse de una mujer muchos años mayor que usted, ninguna influencia en acusar a mi cliente de ese bárbaro acontecimiento?

‒ Regina Mills ni siquiera sabía quién era Ingrid hasta el día en que ella misma dijo quién era. Tanto ella como yo estábamos a oscuras‒ Emma sonó irritada.

Íntimamente EmmaWhere stories live. Discover now