Tenemos que hablar de Ingrid

455 68 13
                                    


No conseguía mover los músculos de la cara mientras miraba sorprendida a Daniel. No sabía cuál era la razón exacta para estar temblando del cuello para abajo y para que el pecho le doliera como si estuviera siendo estrangulada. La Ingrid que conocía no podía ser la misma Ingrid citada por el ex marido, de ninguna manera. Su primer pensamiento fue que se trataban de personas diferentes, solo era una coincidencia el nombre. Pero la ciudad era muy pequeña para tanta coincidencia, ¿y si de verdad era Ingrid Swan? ¿Cómo es posible que esto estuviera pasando? ¿La madre de Emma y Daniel? Regina veía cómo la cara de él daba vueltas frente a ella, pero él no parecía de ninguna manera perturbado.

Belle entró en el despacho trayendo agua fría para despertar a Regina, y Daniel aún estaba ahí, sentado en la silla de ruedas, mirando a la ex mujer. No dijo nada después de que la empleada ayudara a la escritoria y la agarrara por el brazo para no notar más la sensación de vértigo que tenía.

‒ Beba, señora‒ le pasó el vaso a la mujer

Regina asintió de manera confusa, como quien acabara de despertar de una pesadilla en mitad de la madrugada.

‒ Estoy bien‒ se enderezó y se bebió el agua en tres sorbos. Le devolvió el vaso vacío a Belle y se acercó a Daniel ferozmente, agarró los brazos de la silla, y pegó su rostro al de él, a la altura de los ojos ‒ Ingrid...¿Estás seguro de que esa mujer se llama Ingrid?

‒ Absoluta‒ respondió él con la voz de un anciano

‒ ¿Ingrid, qué más? ¿Cuál es su apellido?‒ Regina no se contentaba con agarrar los brazos de la silla, clavó las uñas en los brazos de Daniel, sacudiendo al hombre ‒ ¿Eh? ¡Tienes que saberlo, Daniel! ¡Tienes que saberlo!

‒ No lo sé...No lo recuerdo...‒ Daniel respondió, pero sonó demasiado bajo para que Regina lo escuchara y se sentía torturado igual que un prisionero en una silla eléctrica.

‒ ¡Señora, no haga eso!‒ Belle agarró a Regina por los hombros, pero era muy débil para la fuerza que necesitaba en aquel momento. Graham agarró a la señora Mills antes de que matase a Daniel.

El pintor comenzó a toser, echando hacia afuera las fuerzas que le quedaban.

‒ ¿Cómo se llama, Daniel? ¿Cuál es su apellido?‒ insistía Regina, contenida por el enfermero.

‒ ¡Sácala de aquí, Graham, rápido!‒ Belle los empujó fuera del despacho. Regina se revolvía, quería volver a cualquier costo para sacarle la verdad a Daniel.

‒ ¡Suéltame! ¡Tiene que hablar!‒ repetía Regina, pero Graham ya la había puesto fuera e intentaba calmarla.

‒ Calma, señora. El señor Colter no va a poder hablar, cuando comienza con la crisis de tos se ve limitado para hablar. Creo que sería mejor que volviera en otro momento.

‒ ¿Quiere apartarse de mi vista, por favor? No he terminado mi conversación con él. Qué le den si ha tenido una crisis.

Belle condujo la silla de ruedas con su jefe sentado en ella hacia los pies de las escaleras y Graham lo subió lo más rápido que pudo, apoyándolo en su brazo izquierdo. Regina lo observaba todo, a Daniel levantándose de la silla como un moribundo, entonces recordó la delgadez de sus brazos cuando lo apretó, pudo sentir sus huesos. La dolencia nunca se había mostrado tan devastadora como en estos momentos. Subió ayudado por el enfermero, mientras Regina pensaba en correr detrás, pero solo lo pensó, pues Belle la contuvo antes de dar el primer paso.

‒ Cálmese, Regina‒ Belle habló con las manos abiertas y los brazos extendidos para bloquear el paso de la jefa.

‒ Tiene que responderme a la pregunta que le he hecho, no voy a salir de esta casa sin saberlo.

Íntimamente EmmaWhere stories live. Discover now