Casi un adiós

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Dos años más tarde...

"Recibamos a una de las escritoras más prometedoras de los Estados Unidos. Con ustedes, Regina Mills"

Estaba acostumbrada a la pompa que siempre había tras un lanzamiento. Así había sido seis veces con las mismas palabras, y se preguntaba cómo es que a su edad aún decían que era prometedora. Pero, sin quejarse, Regina echó a andar por un pasillo iluminado de la librería más lujosa de Boston, recibiendo anticipadamente los aplausos de los fans lectores que esperaban por un autógrafo.

Regina se sentó en una larga mesa, donde casi la sobrepasaba una enorme pila hecha con sus libros. Estuvo toda la mañana firmando cada ejemplar de Íntimamente y recibiendo elogios de cada lector, pero no estaba cansada, como si algo bueno estuviera a punto de suceder manteniéndola con el puño firme y dedos ágiles. Ni la cara le dolía por tener que sonreír en agradecimiento. La fila ya estaba acabando, la pila de libros a su lado ya casi no existía y solo quedaba una persona por atender cuando miró de reojo.

‒ ¡Gracias!‒ dijo a la última persona de la fila, bajando la mirada para recoger el libro y abrirlo a la persona que llegaba retrasada, lo había notado ‒ ¿Cómo se llama?

‒ Ponga el nombre de Swan, Emma Swan

Mills alzó el rostro y los ojos. Allí, delante de ella, se encontraba una mujer de su altura, rubia, con gafas oscuras. Una mujer hermosa, el amor de su vida. La mujer por quien vivía, ya no era la muchacha de antes...Emma.

Finalmente ella había vuelto. Ahora le sonreía a Regina como nunca le había sonreído a alguien. Emma se quitó las gafas y le extendió la mano, los brazos, el cuerpo. Regina no pensó otra cosa que no fuera saltar por encima de la mesa y besar a Emma, tocarla, rozarla, apretarla contra ella. Agarró su rostro y miró los ojos claros de la rubia, antes morena, viendo un brillo y una alegría sin igual.

‒ Ah, qué bueno que volviste, querida...‒ suspiró de amor

‒ No aguantaba más, era necesario‒ dijo Emma, mirando rápidamente hacia los lados

‒ ¿Cómo están todos?

‒ Bien. Todos bien‒ Emma agarró las manos de Regina, las dos a la vez ‒ Tengo algunas cosas que contarte, solo que prefiero que no sea aquí.

‒ Lo sé, vamos al hotel.

Casi al caer la tarde, disminuyeron el ritmo, aunque no era lo que deseaban. Emma entrelazó los dedos con los de Regina y no dejó de chuparlos hasta que ella imploró lo contrario. Duró más tiempo que otras veces que se ponía debajo, pero le gustaba dominar a la mujer de más edad. Regina tenía un sabor dulce, la fruta madura que Emma esperó comer durante meses y que, curiosamente, siempre tenía el mismo sabor. Continuó cautelosa, encima, debajo, dentro de ella, colocando un dedo en su humedad. Combinación perfecta, dedos, lengua, clítoris y pasión. Regina se retorcía, jadeando y sonriendo, alzando el rostro de Emma cuando tiró de sus cabellos, exigiendo más fuerza.

Emma subió y descendió sobre su cuerpo, sacando los dedos para empujar aún más los muslos de Regina hacia los lados. Mills gemía alto y sin vergüenza, desprendida, libre, aunque capturada por la boca de Emma. Emma volvió a penetrarla con fuerza, usó la lengua, subió una mano hasta el pecho izquierdo sintiendo cómo la respiración de la morena estaba irregular. Hacían el amor, sexo con amor, y después de que todo se resolviera parecía un delirio maravilloso embarcarse en horas de placer en la cama. Aunque quería soportar más minutos en el vaivén de los dedos y la lengua osada de Emma, Regina no aguantó su orgasmo y dejó que su cuerpo fuera besado mientras vibraba exageradamente. Se agarró a la almohada de debajo de la cabeza, mordió la funda y gimió durante un largo medio minuto. Emma subió para besar su boca, tirar de sus gruesos labios y mirarla a los ojos. Se dejó caer sobre ella, metió la mano entre los muslos de Regina mientras se lamían, sintiendo algo pegajoso cubrir sus dedos. Cuando los retiró vio que estaba cubierta de gozo.

Íntimamente EmmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora