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Dejado en el olvido, hay un tragaluz en el nublado. Si Dios se apareciera lograría compararlo con determinada distinción. Solo un infinito, en su extenso ser, si él no fuera imaginario, yo tendría que ceder. Debería darle cuenta, debería ser juzgado, aunque no vea justo ser señalado por algo involuntario como enfermarse del deseo de no querer vivir.

¿Y si el sentido de existir se basara en la pertenencia de algo verdaderamente significativo, lo cual me volvería totalmente significativo a mí mismo al ser parte de ello?

En dado caso que sea significativo, habría razón para repudiar la muerte. Si la rechazara como se rechaza aquello que no dará un fin. Amaría entonces la vida, aún si para ella no fuera lo bastante importante.

Y un tragaluz sería suficiente para no desear la muerte.

En un atardecerWhere stories live. Discover now