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Soy como un desierto olvidado sin valor, árido y polvoriento. No hay agua para la sed de mi alma, no hay un lugar de reposo.
La depresión me consume más y más, entre más lo pienso me sorprende, huyo como un niño jugando a las escondidas pero me encuentra, siempre me encuentra, despertando apenas, me encuentra.
Busqué un bloc de notas entre los libros viejos del estante en la sala de estar. Escribí en cada hoja una razón para seguir viviendo y las pegué en el espejo. Por mi madre, por su amor, por los que si acaso me amen, por los que si acaso llegaran a amarme y por si  acaso existe un propósito. Aún no era suficiente, habían muchas más razones para abandonar, necesitaría miles de notas y llenaría toda la casa y  el camino al bosque y el bosque mismo con ellas.
Pero y si sólo hubiera una razón que pudiera desplazar las innumerables piedras que me hunden.
Tomé el espejo y lo tiré al piso con las notas pegadas en él. Mil pedazos esparciéndose por la habitación, miles de yo reflejados en pequeñas piezas rotas, casi como el alma que aún permanecía en el interior de mi ser.

Tomé uno de los cristales deformados por el impacto, ahí estoy, sigo respirando, sigo teniendo aliento pero sin motivo, eso es, no hay ningún motivo y si no hay, entonces es momento de que todo se termine.

En un atardecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora