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Tropecé y caí tendido en el suelo, ahí quise quedarme.
Me estire sobre las hojas secas, mirando el clarear del sol casi dormido sobre las copas de los árboles, las ramas ondeaban suavemente.
Cerré los ojos, quería que todo se apagara, pero algo estaba prendido en mí, y era la vida.
“¿Qué haces aquí?”, pregunté a mi Yo.
“Tú deberías saberlo ” respondió.
Hice silencio en mi mente y quise escarbar más profundo.
“¿Para qué estoy vivo?”, volví a preguntar.
Algo aún más fuerte que mi Yo dijo:
—Puede que haya una respuesta.
¿Cómo viviría con tantos complejos?, ¿Cómo? Si no merecía la vida.
Así que me levanté, con un odio igual o mayor del que tenía hacia mí y empecé a golpearme contra los árboles.
“¿Qué te hice para que me agredas?” replicó mi Yo.
“No sirves, no eres útil, no vales” contesté agarrándome con violencia el cabello.
“¿Entonces quieres servir, ser útil, valer?” volvió a decir.
“POR UNA VEZ” grité.
Y aquello más fuerte que mi Yo tomó la palabra.
—Quizá lo seas y aún no comprendas.
No pude más con esta guerra y me senté muy confundido.
Miré hacia el cielo casi oscuro, y le hablé a Aquel que dicen me creó.
—¿Qué quieres de mí?

En un atardecerWhere stories live. Discover now