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Abro los ojos encontrando solo el cielo delante de mí. Nubes coloridas, violeta, marrón, naranja, verde apagado. Se vistió tan bien para el día de mi muerte.

El llanto de Emilia me interrumpe. Veo un momento hacia abajo y encuentro su rostro bañado en lágrimas observando. Tiene las respuestas.

—Por favor—empieza— Ruego que te olvides de esta locura. No te dejes vencer.

Entonces me pregunto, ¿Y si nunca luché de verdad? ¿Qué le faltó a mi tragedia para mejorar? ¿Y si hubiera vuelta atrás?

—Solo hay uno que te va a juszgar—continua—no es como has querido, pero no puedes quejarte que has tenido lo que la mayoría. Y es difícil comprender que vales cuando se te demuestra lo contrario, pero en un punto de tu ser, lo que te hace sentir, en este caso desolado, también podría revertirse en convertirte en alguien amado. Y sé que mi amor es imperfecto, como el de cualquier ser humano. Existe alguien mayor que no tiene límites al ofrecer. La muerte solo resulta del pecado.

¿Cuál pecado? ¿El mío?

—Tu pecado y el de todos. No es un mundo feliz, tiene todos sus defectos, pero como en todo hay algo de gracia y esperanza.

Yo la he perdido.

El efecto del veneno sacudió mi cuerpo. Comencé a toser descontroladamente. Sentía el intenso dolor en todos mis músculos a medida que por dentro, en mi corazón algo se desprendía.

—Te hizo para él, ni para ti, ni para nadie. Eres su reflejo y ese es el sentido.

La tos era incontrolable. Levanté mis ojos de ella al panorama. El atardecer lucía esplendoroso y se iba apagando junto conmigo.

El agarre fuerte con el que me sostenía se fue aflojando poco a poco. Mi cuerpo decaía y la pelea en mi mente arreciaba.

Sentí que iba a derrumbarme, pero nuevamente la luz del atardecer me hizo sostener.

¿Qué es la vida?

En un atardecerWhere stories live. Discover now