PRÓLOGO

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Londres, Inglaterra. 10 años antes.

—Siempre es desagradable encontrarse contigo.

Drahceb la observo asqueado mientras se sentaba frente a ella. Pero en esos momentos necesitaba sus servicios. Necesitaba ventaja sobre sus enemigos, aunque aún la guerra no había sido declarada.

La bruja Alice Kyteler vestía extravagante y una especie de manto tapaba mayor parte de su cabello negro azabache. Su deseo de lucir misteriosa y exótica parecía cumplirse. La casucha que la rodeaba demostraba a lo que había tenido que reducirse al vivir en el mundo de los humanos. Drahceb la había encontrado unas semanas atrás, y aunque su propósito había sido matarla, decidió que le sería de utilidad para su misión. Por lo que le perdonó la vida, por tiempo limitado o hasta que se aburriera de ella.

—Realmente no me interesa lo que opinas de mi Alice—él se acomodó en la pequeña silla con una elegancia que había aprendido en años con la realeza— Necesito que me cuentes sobre mi futuro.

Ella le mostró sus dientes formando una hermosa y falsa sonrisa. Lo aborrecía en toda su esencia. Él representaba todo lo que estaba mal en este mundo, un hombre con complejo de Dios y el poder suficiente para imponerlo.

—Tú deberías saber cómo hacerlo —respondió ella.

—No es mi don exactamente.

—Y el mío tampoco, soy bruja, no una maldita bola de cristal.

Drahceb rodó sus ojos para ponerlos en blanco. Incluso ese simple gesto lo había realizado con una gracia que incluso Alice envidiaba.

—Debes aprender a cuidar tus palabras conmigo brujita —escupió irritado.

Alice sabía que los rumores sobre la personalidad del príncipe nunca se habían caracterizado por su misericordia y paciencia. Incluso las buenas lenguas alegaban que él era un ser perverso y cruel sobre todo con los de su clase. Los aquelarres. Sin embargo, Alice era consciente de que sus poderes ahora eran un mal necesario para él. Aunque nada lo detendría de asesinarla luego de su pequeño encuentro. Y realmente no le agradaba la idea de morir un viernes lluvioso a manos de un príncipe caprichoso.

—Antes de comenzar, necesito que hagas el juramento Veritas para mí. Quiero asegurarme de que pagaras y que no terminare muerta luego de esto.

Drahceb levanto su mirada lentamente consiente de su atractivo encanto, sus ojos tan claros como la luz de un faro durante una noche oscura, su perfil fino y alargado con un porte digno de un rey, los músculos de aquel entrenamiento exhaustivo que era llevado por los suyos, asomándose tímidamente debajo de la tela de su camisa. Él llevo su mano al puente de su delgada nariz mostrándose un tanto ofendido.

— ¿En serio Alice? ¿Necesitas hacer el Veritas a alguien de la familia real?

—Especialmente a alguien de la realeza, suelen ser los mejores mentirosos.

El acento irlandés de la mujer no había desaparecido con el paso del tiempo. Tenía una belleza inusualmente tentadora, por supuesto, era una bruja pensó Drahceb. Su naturaleza se basaba en tentar. Pero no era el tipo de mujer que lo atraía.

Ella acomodo los artilugios derramados sobre la mesa, los utilizaba para ganar unas cuantas libras engañando a humanos lo suficientemente estúpidos para creer en la adivinación. Sin embargo, sabía que Drahceb podía distinguir los juguetes que tenía en frente de la magia real.

Ella no le había mentido cuando había dicho que no era su don la adivinación, pero su madre le había enseñado a leer el futuro tomando el pulso de una persona. Le llevaba mucha concentración y esfuerzo lograrlo, pero quería terminar rápido con su indeseado invitado y tal vez ganar unas cuantas monedas de oro en el proceso.

La Pieza Inquebrantable (#1 EL MUNDO OCULTO)Where stories live. Discover now