CAPÍTULO 28: Presentimiento.

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Mi mañana en Fénix había sido desastrosa. Una onpice que por un segundo había perdido la mente como yo solía hacerlo, había intentado de llenarme de agujeros. Sin contar que aquellos sentimientos encontrados que tenía por Eamon rondaban por mi cabeza una vez más, nublando mis pensamientos. Ahora, acariciaba la tinta del capítulo de historia antigua de Alba —en el cual me había quedado el día anterior— mientras una llama de fuego creada por Brandon me bañaba con su calor en aquella sombría esquina de la biblioteca. Los sillones del salón principal no eran tan cómodos como los de Albus, pero sus almohadones me acurrucaban lo suficiente mientras leía y bebía mi café.

Mi guardia había sido enviada al comedor bajo mi comando, y Gerard preparaba en silencio mi clase en el siguiente salón. Afuera el cielo encapotado de nubles blancas con tintes grises, dejaba caer una leve llovizna sobre la tierra fértil y el profundo mar. Y aunque generalmente añoraba el verano eterno de esta isla, en aquel momento dejaba reconfortarme por la paz que me ofrecía este clima golpeando los cristales.

Gerard no había pedido explicaciones luego de haberme presentado completamente mojada en la puerta de la biblioteca, acompañada de su sobrino. Y aunque Gemma había intentado curar mi mejilla lastimada, les había pedido por favor que me dejaran sola. Quería reacomodar mis pensamientos y caer sin control en uno de mis viejos hábitos. Leer silenciosamente en la compañía de libros antiguos.

En mi mente, aún repasaba aquellos segundos eternos en los cuales la espada de Lewa descendía en mi dirección. Ella había jugado con mi vida en sus manos. Me había tomado tiempo atar los cabos, pero aquí en silencio, recordé su rostro. Lewa era la misma muchacha que me había acusado de usar la remera característica de los Betas el día de mi episodio en el auditorio. Había visto la misma rabia inundando sus ojos, como en aquella mañana. Era claro para mí, que muchos onpices, no estaba de acuerdo con mi vuelta. Sobre todo, cuando estaba en juego mi credibilidad. ¿Por qué ellos debían aceptar que yo era la princesa, sí años atrás se les había afirmado que yo había muerto? El pueblo onpice se encontraban en la misma etapa de irritable negación, en la cual yo me había visto envuelta semanas atrás.

El crujido de la madera me alertaba su presencia, incluso antes de que ellos abrieran la puerta. Del otro lado, los colores azul y verde me encontraron con mi nariz dentro de un libro. Repasando el mismo párrafo una y otra vez sin comprender ni una palabra de ello.

—Su majestad —inclinaron sus torsos hacia abajo en señal de respeto.

Desde allí, ambos parecían haber sido arrastrados de una vieja novela de aventuras. Ekaitz había sido dibujado con su rostro recién afeitado y su pulcra postura, en cambio, el trazo de Eamon era desaliñado envolviendo su espíritu relajado.

— ¿Cómo te encuentras Amy? —Pregunto el primero— ¿Duele tu corte? Si quieres puedo pedirle a Gemma que se acerque a la biblioteca a curarte.

—Creo que Gemma sabe que es mejor mantenerse alejada de mí, cuando mi mente está ofuscada.

—Te lo dije. —Eamon susurro por lo bajo, en dirección a Ekaitz, con la intención que lo escuchara.

—Lo siento su majestad. Nos retiraremos si así lo deseas.

Ekaitz comenzó el camino de nuevo hacia la puerta. Sin embargo, Eamon no se movió de su lugar, manteniendo el contacto firme de nuestras miradas. Podía ver los músculos de sus piernas tensándose, haciendo el esfuerzo de no acatar mi orden.

—No Ekaitz, vuelve. Ya que están aquí, lo mejor será utilizarlos.

Eamon y Ekaitz cruzaron sus rostros confundidos, y volvieron a su lugar con sus brazos atrás de la espalda, uno al lado del otro.

La Pieza Inquebrantable (#1 EL MUNDO OCULTO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora