CAPÍTULO 9: Rosas Blancas.

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Las olas golpeaban con fuerza contra la playa de Axis y la arena blanca que entraba por mis botas desgastadas comenzaba a molestarme, mi cuerpo temblaba y el aire no llegaba a llenar mis pulmones completamente. Había huido intentando acallar el caos que trataba tomarme prisionera de mis propios pensamientos. Aunque había escapado de mi guardia y el resto de los onpices, sus susurros me perseguían, como pequeños pájaros carcomiendo la cabeza. El aire helado con una pizca de sal golpeaba mi rostro con dureza. El sol ya no tenía lugar y la noche comenzaba a hacerse presente en aquel cielo de tonos morados y naranjas.

Frente a mí se alzaba un soberbio bosque de pinos tan altos que besaban el cielo. Y me esperaba, al final del camino, para engullirme en un abrazo como lo haría una madre que espera a su hijo luego de un largo viaje.

Axis era demasiado extenso, aun podía divisar las cabañas, aunque cada vez se hacían más pequeñas en el rabillo de mi ojo. Los últimos bloques del centro, a juzgar por su madera desgastada, debían ser los primeros construidos y puestos en funcionamiento. Sin embargo, a la velocidad a la que corría, no había logrado ni siquiera divisar lo que decían sus carteles. Solo me importaba una cosa, huir para jamás ser encontrada. Sabía que era un mal plan, pero era lo único que a mi mente agotada se le podía ocurrir en esos momentos. La segunda parte de mi pobre huida era encontrar una forma de salir de Alba desde el otro lado del bosque. El aroma a pino siempre había caracterizado a Ben, supuse que por ahí debía haber alguna salida que me llevara de nuevo a Nueva York. Yo no estaba hecha para este lugar, hasta Lexi, podría ser mejor gobernante que yo.

¿Cómo diablos eres tan rápida?

Todas las partículas a mi alrededor se congelaron y clave mis talones sobre la arena. El cuerpo de Evan choco con el mío y ambos caímos enredados al suelo. Cuando recupere la razón, note como sus brazos flexionados se alzaban al lado de mi cabeza, tratando de sostener su peso sobre mí. Estábamos en una posición comprometedora, desde el ángulo que nos miraran.

— ¡Deja de jugar con mi cabeza! Tengo demasiado con mis propios pensamientos, que ahora tengo que lidiar con los tuyos.

—Lo siento.

Ni siquiera había movido los labios, lo que hizo que le propinara un buen puñetazo en el estómago con mi brazo libre. Él cayó a mi lado riendo con todo su cuerpo. Su risa era contagiosa.

—No me hagas reír, intento huir dramáticamente.

—Estás haciendo un gran trabajo, por cierto —respondió con sarcasmo—. Me tomo dos minutos encontrarte, eres la única corriendo en una playa desierta. Y, a decir verdad, nadie te estaba siguiendo.

La luz de la luna descansaba sobre su piel blanca, mientras un claro manto azul bañaba la playa en su crepúsculo y yo esperaba ansiosa que la oscuridad se cerniera sobre nosotros, ocultando lo que Evan causaba al contacto con mi cuerpo.

—Te seguiré a donde quieras que vayas.

—Acosador.

—Antipática.

Tomé un puñado de arena, y lo apreté fuertemente contra mi palma antes de soltarlo sobre el pecho de mi vecino.

—Déjame en paz.

—Sabes que no existe realidad alguna donde eso suceda.

Nuestros cuerpos descansaban cerca de las olas sobre la arena fría, impaciente al contacto del agua. Mis músculos aun percibían la sensación de dolor, como si el rastro de la lucha con el strideo no se pudiese borrar, tal como las cicatrices de Evan.

A lo lejos, los grillos comenzaban a cantar, y el sonido de los demás onpices en Axis se apagaba ante la naturaleza. El agua se batía en el mar, arremolinándose, juguetona, como si pudiera sentir mi presencia en Alba.

La Pieza Inquebrantable (#1 EL MUNDO OCULTO)Where stories live. Discover now