CAPÍTULO 24: Aquí y Ahora.

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Me aferre a la barandilla mientras bajamos al sótano de la gran mansión de los Ward, el aire cálido de las habitaciones comenzaba a helarse a medida que descendíamos escalones abajo. Ekaitz caminaba detrás de mis talones, su piel olía a jabón, el aroma a madera fresca de su colonia y a la mandarina que impregnaba sus manos luego del almuerzo, me recordaban su presencia constante. El resto de mi guardia había intentado interrogar al gnomo a nuestra llegada, mientras Gemma se encontraba curándome las heridas en una de las habitaciones de huéspedes —junto a la habitación de Ekaitz para mi desgracia— pero ellos no habían obtenido muchas respuestas de mi pequeño atacante. Lo que me dejaba ahora a mí, junto a mi nuevo compañero, en busca de alguna explicación de por qué estaba detrás del anillo de mi madre.

Rainer me había explicado que los gnomos generalmente eran contratados por otros seres del mundo oculto, para encontrar objetos valiosos de oro o plata y devolverlos a sus dueños o al mejor postor. Lo que significaba en simples palabras que alguien lo había contratado para encontrar el anillo onpice de mi madre. Sin embargo, aún no comprendía cómo es que ella estaba relacionada a Alice. Tal vez ellas también eran amigas. Toda esta nueva confusión llenaba rincones de mi mente y hacía que pensar doliese un poco más.

—Siento haberte interrumpido luego de tu baño —dije con las mejillas sonrojadas y apenas visibles bajo la lámpara del sótano.

El sótano contaba con dos partes, la primera tenía una mesa de madera con diferentes armas, que según sus aspectos debían ser reparadas, y esta pequeña habitación tenía todo el potencial de ser el taller de los Ward. Y la segunda parte, conectada por un pasillo mal iluminado, albergaba los calabozos, Rainer me había comentado, no habían sido utilizados en años.

—No te preocupes Amy, no es la primera vez que una muchacha irrumpe en mi habitación cuando me estoy cambiando.

El sonido de mi saliva bajando por mi garganta, debió escucharse lo suficientemente fuerte para lograr que Ekaitz rompiera en una carcajada.

—Lo siento, estoy bromeando. A veces olvido que paso demasiado tiempo en este lugar solo con mi padre, lo que me lleva a hacer bromas para nada graciosas.

Le ofrecí una sonrisa a aquellos ojos azules cautivadores, incluso en la oscuridad parecían brillar. Tal cual a los de Eamon. Me lleve mis manos a la boca, y sople un poco de aire caliente en ellas, intentando combatir el frio que ahora me rodeaba.

— ¿Nadie más vive en este increíblemente espacioso lugar?

Ekaitz rompió el aire con una sacudida de su cabeza, logrando calentar el viento que recorrió el pasillo. Él podía controlar el clima, por supuesto que lo utilizaría para mantenerme cómoda.

—Tenemos visitas de onpices constantemente, pero nadie permanente.

—Debe ser un poco aburrido, ¿No tienes hermanos? —pregunté apoyándome en una de las paredes mohosas, mientras Ekaitz buscaba la llave que abría la prisión del gnomo.

— No, soy hijo único. Mi madre no quiso más hijos luego de mi inquieta infancia, y ya tenía demasiado trabajo siendo parte de la guardia de tu padre. Así que decidió que yo era suficiente. Ella murió tiempo después de la batalla roja, en una de las misiones para encontrar a Drahceb.

Sus ojos se vieron apagados por un segundo, al mismo tiempo que observaba por la rendija, asegurándose que nuestro prisionero estuviese encadenado, luego se giró hacia mí y la chispa volvió a encenderse en ese mismo instante. Casi iluminado por un rayo en el exterior.

—Lo siento —susurre comprendiendo su dolor.

Siguiendo mis impulsos apoye mi mano sobre su brazo, captando su atención por completo, su iris se ensancho. Y nuestras respiraciones tomaron el mismo ritmo.

La Pieza Inquebrantable (#1 EL MUNDO OCULTO)Where stories live. Discover now