CAPÍTULO 42: El peso de una estrella.

80 6 0
                                    

Cerré mis ojos por unos segundos mientras mi mente se ajustaba a los últimos minutos. Aun podía sentir la sangre fresca y espesa de Lloyd justo sobre mis mejillas, donde me había salpicado. Drahceb sabía que él era un vampiro, por eso le había clavado uno de sus cuchillos forjados con hierro directo al corazón, y yo no podía dejar de pensar cómo es que fui yo, lo último que sus ojos vieron. Aquella niña quien le había dado la esperanza de algún día recuperar la libertad.

Sabía que había utilizado un cuchillo de hierro a causa de mi don de Magnetoquinesis proveniente de mi padre, lo había percibido en mi piel en cuanto había atravesado la puerta en Blue's. Siendo consciente de cada una de las armas que tenía en su cuerpo. Con las que no contaba, eran aquellas dagas de oro, que habían sido forjadas solo para la corona. Y que cada uno de los miembros de mi familia tenía. La misma daga que había utilizado Drahceb para asesinar a su padre.

Mi garganta estaba seca, y apenas si podía escuchar lo que Drahceb repetía a mi alrededor, retumbando contra mis oídos como un tambor presagiando mi final. Corrimos hacia la entrada de Albus, con los guardias a mis pies, ya que él había utilizado su don para neutralizarlos. Drahceb abrió las rejas de Albus con un solo movimiento cargado de la gracia que lo caracterizaba, del otro lado, la Ciudadela estaba sumida en el silencio ensordecedor a causa del toque de queda que había impuesto el rey para proteger a los albeanos. Agradecía internamente que todos se encontraran en el refugio que les ofrecía sus casas, porque no soportaría otra pérdida más de inocentes.

— ¿Por qué? —Pronuncie casi sin ganas, la interrogante que chocaba con mi mente una y otra vez, tratando de buscar salida— ¿Por qué lo hiciste?

Drahceb poso sus felinos ojos sobre mí, aterradores debía decir, cuando se encontraban bajo la luz de la luna, las estrellas se reflejaban en ellos como un estanque de agua transparente. Pero no es calma lo que atraían, sino incertidumbre, de la mala.

— ¿Qué cosa Amity? —pregunto él paseando su mirada entre mi rostro y el de sus hijos que no habían emitido una sola palabra desde el salón de fiestas de Albus.

— ¿Por qué mataste a Lloyd?

Mire mis botas, que también había sido salpicada con su sangre, y me quede petrificada en la entrada del castillo. Incapaz de dar otro paso más.

—Oh eso —él encogió sus hombros como un adolescente a cuál no le importaban las reglas— No puedes apenarte por la muerte de un vampiro Amity, esos chupasangres no merecen nuestra piedad.

Mi cuerpo comenzó a temblar con fuerza, con la misma intensidad del sismo que yo había causado en la colina debajo de Albus. No podía controlar mis músculos, ni la estabilidad que me causaba mi columna. Christian intento hacer su mejor trabajo, manteniendo mis brazos hermetizados al costado de mi cuerpo, pero todo aquello era más fuerte que yo. Una reacción involuntaria a la maldad e inconsciencia que bañaban sus palabras. Matar a Lloyd, para él había sido como aplastar un bicho desagradable. No había ni un gramo de culpa en sus ojos.

Trate de enfocar mi mirada en la Ciudadela, en la paz que reinaba durante la noche, donde la luna bañaba los adoquines rojizos dándole el aspecto encantado que caracterizaba a Alba. Flores de todo tipo y colores crecían de entre las grietas de las casas o el suelo, a causa de los onpices Terra, y mi corazón se hundía dentro de mi pecho al imaginar a Drahceb disfrutando incinerar este lugar por completo.

Mi espasmo se detuvo, y Christian alejo sus manos de mí, dando unos pasos hacia atrás como si yo fuese una tetera a punto de explotar. No podía permitir más destrucción, más muertes por mi culpa. No dejaría que le hiciera daño a nadie más en esta isla. Porque dependían de mí, sus vidas y futuros, y cuidaría de ellos. Aunque fuese el peso de una estrella sobre mis hombros, aquel que mi abuelo había afirmado sobre mí. Ya no estaba más sobre el borde del abismo, había dado el salto a lo desconocido, a las aguas profundas del mar. Aceptando mi destino, aquel que había sido escrito con polvo de estrellas tiempo atrás. Y en ese momento, no me importo morir, si es que podía salvar a los que más amaba. Si es que podía salvar a Alba, llevándome conmigo a este diablo con rostro de buenos amigos, y corazón de hielo. Que creía estar haciendo lo correcto.

La Pieza Inquebrantable (#1 EL MUNDO OCULTO)Where stories live. Discover now