CAPÍTULO 33: Espinas.

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Cuando creces con ciertos traumas, el tiempo aprende a crear una coraza alrededor de tu corazón. Como las espinas que protegen las rosas. Se aferran al interior tan fuerte, que cada vez que sucede otro hecho que te marca de por vida, se hunden unos centímetros más hacia adentro. Reafirmando su lugar, recordando que siempre estarán allí para no olvidar.

Y en este momento, podía sentirlas, en el centro de mi pecho, hundiéndose con cada segundo que pasaba despierta en esta nueva realidad en la cual los secretos besaban la luz y las mentiras no sonaban tan dañinas.

La madera de la puerta del despacho de mi padre era más gruesa debajo de mis nudillos, incluso más firme que cualquier otra puerta en el castillo. O tal vez eso es lo que me parecía al percibir la electricidad cruzando cada uno de mis ligamentos por los nervios que me causaba afrontarlo. Derribar otra pared gruesa de mentiras, que alguna vez pensé que sería de ladrillos livianos, pero que el tiempo me había probado lo contrario. Yo desconfiaba de mi padre, y él de mí. De otra manera, esa protección que queríamos ofrecernos uno al otro hubiese sido más fácil si nos decíamos la verdad desde un principio. No habrían existido aquellos secretos tan profundos que ambos utilizamos para lastimarnos como si fuesen nuestras dagas en una batalla.

Escuche su voz serena llamándome como el sonido de las olas chocando con la costa, rasposa como la arena. La luz del salón era tenue, las paredes azules mostraban aquel color que reside en el agua durante el atardecer, las ventanas estaban abiertas y dejaban entrar una refrescante brisa, pero la luz del sol estaba oculta bajo las gruesas cortinas de lino negro. Dándole al lugar una vibra sombría y llenando las grietas de las piedras con melancolía.

Mi padre tenía sus manos entrelazadas sobre su pecho, su espalda descansaba sobre el respaldar de su silla, y sus ojos grises parecían haber recibido una paliza por el paso del tiempo. Una línea recta marcaba sus labios, sabía que su mente debía estar encendiéndose con miles de preguntas, pero también reconocía en su postura, lo agotador que resultaba protegerme. Después de todo, ese siempre había sido su propósito y el último tiempo yo había encontrado una manera de retorcerlo para mi beneficio.

Me quede inmóvil junto a la puerta, sin saber con qué disculpa o pregunta comenzar. Fije mi mirada sobre el estandarte clavado en la pared, justo arriba de la chimenea. Los hilos dorados de su triqueta parecían tener luz propia incluso en tanta opacidad, como si la magia de lo que éramos se extendiera sobre el aire, bañándonos como polen.

— ¿Conoces la historia de la triqueta? —Preguntó mi padre, su rostro sereno, cubriendo sus arrugas con esa calma que se presiente antes de la tormenta— ¿Por qué nuestros antepasados la eligieron para representarnos?

Carraspee mi voz, el llanto de minutos atrás aun residía mis mejillas como una capa de polvo, y mis cuerdas vocales habían recibido el corte limpio de un cuchillo. Mis palabras luchaban para encontrar salida.

—Gemma me dijo que se representaban las tres uniones de los onpices formando una sola pieza. Dios, el hombre y su don.

Mi padre asintió con su cabeza, y se paseó durante unos minutos sin emitir sonido alrededor de la habitación, acechado por sus propios pensamientos. Sus manos detrás de la espalda, erguido como un soldado listo para entrar a batalla.

—Desde pequeños nos enseñan a llevar la triqueta con orgullo en nuestros pechos —Él apoyo su mano sobre el corazón, justo donde estaba bordada la triqueta de hilos de oros— Como símbolo de los que nos hace puros. Nos enseñan la diferencia entre nuestra especie y las demás, colocándonos en lo más alto de la jerarquía después de Dios.

Mi padre cerró sus ojos, y las líneas de su frente se endurecieron.

—Cuando conocí a Alice, comencé a ver la vida diferente, incluso empecé a dudar de mis creencias. Creencias que Drahceb tiene arraigadas hasta el núcleo de su cuerpo y las porta como tatuajes en su piel. Y con las que justifica sus acciones— un breve gemido de angustia camuflado en una risa incomoda escapo de su garganta—. Considera un deporte cazar brujas, para acallarlas, por el miedo que le produce que sean tan poderosas como nosotros.

La Pieza Inquebrantable (#1 EL MUNDO OCULTO)Where stories live. Discover now