CAPÍTULO 16: Fruta podrida.

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No existían suficientes palabras para describir los jardines de Albus. Los colores abundaban, el aroma a flores podía hacerte flotar y conducirte hasta la entrada del castillo sin siquiera tocar el suelo. Aromas cítricos, dulces, silvestres e incluso rústicos. El lugar estaba a cargo de mi abuela y sus cuidados. Podías notar que se había esforzado en mantenerlo a la perfección, gracias a la belleza que recorría cada rincón, incluso en los pequeños detalles. Un camino de piedras blancas te guiaba hasta las puertas del palacio y en sus alrededores un laberinto de flores. Jazmines, lirios, rosas, claveles, tulipanes de todos colores. Y sorprendentemente, ni una sola lavanda. Si no fuera por el dolor presente en mi pecho, asfixiándome, podía decir con confianza, que estaba caminando sobre un arcoíris.

Arrastraba mi cuerpo a causa del cansancio extremo que sentía en cada uno de mis músculos. Como si hubiese corrido un maratón. Eamon a mi lado, me había ofrecido su brazo de apoyo y lo había aceptado luego de que me tropezara dos veces. Su contacto era aquello que me daba sin siquiera buscarlo.

Los guardias que cuidaban las enormes rejas de la entrada me habían observado con ojos sorprendidos mientras caminaba con mi cabeza erguida. La sangre ya se había secado, pero por mi aspecto, parecía haber sido sacada de una película de terror. Ni Sidney Prescott había visto tanta sangre junta.

Mi abuela esperaba por mí en la entrada, con sus brazos abiertos y algunas sirvientas. El blanco de sus uniformes contrarrestaba a la perfección con el vestido amarillo que ella había elegido para aquella tarde. Pero por supuesto, era la reina de Alba, su objetivo siempre era destacar entre los demás.

Encerró sus brazos sobre mi cuerpo, apretándome como una boa a su presa, como Ben solía hacerlo. Podría apostar a que ellos se encontraban por algún rincón del castillo esperando mi regreso. Preocupados al punto de la locura.

Mi abuela me soltó, y tomo mi muñeca inmediatamente colocando sus dedos sobre mis venas. Sabía lo estaba tramando, y no la aleje. Esta vez lo necesitaba, necesitaba de ella para aliviar mi corazón.

—Oh mi niña —una lagrima comenzó a bajar por el costado de su mejilla—. Lo siento mucho.

Enterré mi cabeza en su cuello una vez más. Era claro para mí que estaba quedando como una niña pequeña enfrente de medio castillo y Eamon, pero no me importaba en lo más mínimo. Nunca había tenido una abuela, iba a sacar provecho de ello, sobre todo de una abuela con poderes.

—Vamos adentro, mande a preparar un baño para ti, y luego si te sientes con ánimo cenaremos todos juntos.

— ¿Puedo decidir luego de mi baño si quiero cenar con ustedes?

Un pequeño rayo de decepción cruzo su rostro, pero luego de un segundo me sonrió y supe que no había estado mal en preguntar.

—Si por supuesto princesa. Tú decides. —Ella acaricio mi mejilla—. Eamon tú puedes unirte si así lo deseas.

Busque con prisa sus ojos verdes.

—Quédate conmigo, por favor.

Sus ojos verdes resplandecieron en una sonrisa bajo el atardecer, podía jurar que una de las sirvientas casi se desmayó por ello, y no podía culparla, mis piernas también habían flaqueado.

—Muchas gracias por su invitación su majestad. Estaré de nuevo al anochecer por aquí.

Él desapareció entre los jazmines de la entrada. Guiñándome un ojo cuando nadie lo observaba.

No me había llevado demasiado tiempo encontrar mi habitación gracias a la ayuda de Lloyd. El joven vampiro, de belleza admirable. Él y las otras sirvientas habían preparado un baño de sales para mí, con rosas blancas flotando en el agua. En aquellos momentos me gustaba ser la consentida de la realeza.

La Pieza Inquebrantable (#1 EL MUNDO OCULTO)Where stories live. Discover now