CAPÍTULO 6: Océano.

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— ¡Amy, no lograras atraparme!

La risa de Chris resonaba por el desierto pasillo mientras mis pasos hacían eco sobre el inusual suelo de mármol dorado. A pesar de que a veces no era capaz de reconstruir la apariencia de mi hermano, sabía que estaba ahí, presente en el aire, en algún rincón de mi mente y mi corazón.

Mis pies descalzos avanzaban en la oscuridad, en aquel camino sin final. A duras penas mis ojos reconocían el celeste pálido de las paredes que sostenían cuadros encerrando en un momento eterno a aquellos paisajes y distintos rostros desconocidos.

Llevaba un hermoso vestido de color durazno con pequeños vuelos que me daban la sensación de poseer alas. Algo en mi cabeza pesaba, un poco asustada y confundida llevé mis manos hacia mi sien, y me sorprendí ante el helado tacto de diamantes. Era una pequeña tiara.

— ¡Christian! ¡Por favor! Deja de correr, ya no puedo alcanzarte.

Mi voz era insignificante, la voz de una niña que perseguía constantemente el fantasma de Chris.

Seguía corriendo sin parar. El pasillo se hacía cada vez más angosto con cada paso que daba, las paredes se cerraban sobre mí. Sofocando el escaso aire que entraba por mis pulmones.

La gélida mano de la muerte, acaricio mi columna hueso por hueso y acobardo mi piel. Aquella risa macabra que a veces poseía el viento a mi alrededor estaba aquí también, eliminando la inocencia en la voz de Chris. Porque aquel no era Chris. Su memoria había sido corrompida.

—Ven a mí, Amy. Ven a encontrarme.

Había vuelto a nacer, de aquello estaba segura, en el momento en el cual mis sentidos volvían a mí lentamente. El dulce aroma a lavanda, el suave tacto de las sábanas de seda, el sonido melodioso y constante del agua chocando con la madera y por último la luz del sol forzándome a abrir mis ojos. Mis párpados terminaron cediendo. Estaba sola. Desde donde yo estaba acostada, la habitación se veía mucho más grande de lo que realmente era. Infinitas camas totalmente iguales, una al lado de la otra. Parecía una especie de enfermería, pero yo era la única paciente.

Tal vez estaba en el cielo, después de las heridas que había sufrido, lo más probable es que hubiese muerto. Sin embargo, mi alrededor parecía lo suficientemente real para desorientarme. Vivía constantemente en un loop infinito de confusión. Últimamente la palabra imposible comenzaba a carecer de significado.

Levante mi torso esforzando mis músculos. Mis jeans y mi cárdigan habían sido sustituidos por un pijama de seda rosa. Mis heridas habían sido curadas y el dolor aún permanecía en mi cuerpo como un fantasma rondando mi piel y huesos. Como el sonido del strideo atormentando mi mente, la sangre saliendo por mis oídos, el concreto mojado de Manhattan, el calor que me ofrecían los brazos de Evan.

Estaba lejos de casa, aquí no existía el ruido molesto de los autos, ni hedor a basura, ni muchedumbre. Solo cálidos rayos de sol y el sonido sereno del agua.

El aire en la habitación cambio en cuanto las puertas del exterior se abrieron de par en par e ingreso mi padre. Ahora si comenzaba a creer que realmente había muerto. Sus pasos eran firmes y lucía aliviado de verme. Iba todo de azul, como si el cielo le hubiese dado una pincelada. Llevaba un traje que se ajustaba perfectamente a su cuerpo y les daba ese pequeño extra a sus ojos. Casi como si los años nunca le hubieran pasado, su rostro parecía rejuvenecido, vivo y cálido.

Él me sonrió, y por un momento la felicidad refresco mi rostro, nunca me había sentido tan agradecida de verlo. Intente con todas mis fuerzas bajar mis pies de la cama, pero mi padre rápidamente corrió hacia mi lado.

La Pieza Inquebrantable (#1 EL MUNDO OCULTO)Where stories live. Discover now