CAPÍTULO 41: Culpa.

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Desperté con mi mejilla cálida, el sonido de su corazón bombeando, una y otra vez, tranquilo y asertivo, porque en su mente, él creía que estaba en lo correcto, él creía que lo que estaba haciendo, estaba bien. El aroma a lavandas no tardó en llegar, mientras que el sol se despedía en el horizonte del Mar Eterno. Habíamos aparecido en el muelle de Albus, justo debajo del campo de lavandas. Algunos botes habían sido amarrados allí, provenientes de algunas familias que venían del otro lado de la isla, o de Axis. No había guardias por aquí, solo el sonido del viento golpeando el agua. Tranquilo y constante.

Por un segundo, pensé que había muerto, que el resto del mundo se había olvidado de mí, y era Drahceb quien me conducía al mundo de los muertos. Pero Alma bufo, aburrida de tener que caminar entre las lavandas para llegar al castillo. A lo lejos podía oír el sonido de la fiesta siendo llevada a cabo, probablemente no habían notado que yo había huido, o tal vez sí, y trataban de mostrarse lo más diplomáticos posibles ante la situación. Violines y los sonidos delicados y contundentes del piano, sus frágiles teclas siendo acariciadas una y otra vez. Recordé mi sueño, aquel que tuve la primera vez que soñé con Alba. Y Eamon estaba allí, protegiéndome, incluso cuando aún no sabía quién era.

Los primeros en toparse con la presencia de aquel príncipe oscuro que regresaba del exilio fueron un par de soldados pertenecientes a la guardia real del castillo, sus chaquetas azules impecables y la confusión total en sus ojos. Alma levanto su mano y pronuncio las palabras en latín que minutos atrás su padre había admitido que creía que eran inservibles.

Aufer iram et dolorem.

En ese segundo detenido en el tiempo, mientras abandonaban su boca, me di cuenta de que era aquellas mismas palabras que había pronunciado al despojarme de mi daga. Asegurándose de utilizar su don nuevamente, ya que, con el roce de nuestra piel, volvía a mi estado natural. Debía procurar que ella volviese a tocarme, para poder liberarme de sus garras, y tal vez, utilizar su don contra ella.

La desesperación tiño sus rostros, de la misma manera que me había sucedido a mí, pero probablemente para los guardias era aún más terrible, ya que yo solo había aprendido de mi don el mes pasado. Ellos lo llevaban consigo durante toda su vida. Uno de los guardias levanto su mano e intento absurdamente lanzar llamas en la dirección de Alma, pero nada sucedió. Antes de que pudiesen gritar para alertar a los demás, Drahceb nublo sus ojos, dejándolos tirados en el suelo inmóviles como una roca. Ajenos al mundo exterior, gritando en su propio vacío oscuro y vasto. Un escalofrío recorrido mi espalda, yo me reconocía en sus rostros. Al menos podía agradecer que no les había cortado la garganta.

Alma abrió una de las puertas de la galería, aquellas del ala este, donde las enredaderas se mezclaban con las paredes. Mi cabeza cayó hacia atrás una vez más, a medida que avanzábamos a paso lento y seguro.

—Que bien se siente estar de vuelta —Drahceb inspiro el aire mágico de Albus melancólicamente, como si realmente hubiese extrañado la estructura luego de años en exilio— Maldito olor a rosas blancas. Mi madre sigue insistiendo con ellas, ¿No?

No quería responder su pregunta, así que me limite a seguir sollozando, el terror ya se había apoderado de mis huesos más que el don de Drahceb. Si algo les sucedía a mis padres, lograría perder mis estribos y acabar con todo a mi paso. No importase quien estuviese en ese castillo, no importase cuan atada al don de Drahceb me encontrase. Yo lo había conducido hasta aquí. El peso de mil piedras me comprimía el pecho, el peso de la culpa.

—Oh, por Gael, Amy eres una aguafiestas. Estamos yendo a una reunión familiar —Levantó mi cabeza con su codo, sonriéndome— Deberías alegrarte un poco. Al menos finge que nos importamos, como lo hacen todos dentro de esta maldita familia.

La Pieza Inquebrantable (#1 EL MUNDO OCULTO)Where stories live. Discover now