CAPÍTULO 25: Promesas.

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Corrí escaleras arriba, con Ekaitz pisando mis talones nuevamente. Quería encontrar aire que pudiese llenar mis pulmones porque todo lo que respiraba parecía ser partículas toxicas. Además, quería huir de mi guardia antes de que pudiese atacarme con preguntas. Estaba a punto de tomar el pomo de la puerta, cuando Ekaitz tomo mi mano y con sus brazos me envolvió. Su cercanía, me desaceleraba el corazón, me traía de nuevo a la tierra. Lance un grito ahogado en su camisa, mientras un trueno causado por su don resonaba entre las paredes de la casa, tratando de ocultar mi tristeza. ¿Cómo podía ser, que alguien que había conocido apenas unas horas atrás podía entender tan bien lo que necesitaba en aquel momento? ¿Cómo podía confiar tanto en él si era un desconocido?

Había conocido la soledad toda mi vida, éramos viejas amigas. Me había sentido sola cada vez que había extrañado a Christian, me había sentido sola cuando había descubierto la verdad sobre Ben y Gemma, me había sentido sola cuando Jayden me había abandonado por Lexi, y me había sentido sola cuando Eamon —por quien había comenzado a tener sentimientos— había dicho cosas hirientes sobre mí. Había aprendido a lidiar con aquel sentimiento austero y dañino, pero nunca lo había experimentado tan profundamente como en este momento eterno en el tiempo en el cual Ekaitz me sostenía en sus brazos. Porque, aunque él quisiera apaciguar mi dolor, nadie entendería jamás lo que cruzaba por mi mente durante esos segundos.

Durante diez años había llorado a Christian, lo había imaginado feliz en la universidad con una novia que no existía más que mi mente. Había llorado por mi madre, quien me había dejado atrás para seguir su vida y había llorado por mi padre, que se había quedado para hacerse cargo de mí a pesar de que estaba lidiando con una niña humana, que apenas recordaba quien era. Pero todo ese llanto había sido en vano, ahora que sabía que estaban todos vivos, lejos de mi alcance.

—Amy —dijo Ekaitz en mi oído, susurrando mi nombre—. Sé que es demasiado pedir dado a lo que ha dicho Tim Tom, pero necesito que te calmes, porque llamaras la atención de la guardia. Y sé que eso no es lo que quieres. Sabrán que has perdido de nuevo los estribos, y se enfadarán.

Me senté en las escaleras, llorando sin saber cómo detenerme, sin encontrar una razón por la cual hacerlo más que por evitar la atención de Ben y Gemma. La angustia presionaba mi pecho y mi garganta se había cerrado casi por completo. Jadee en busca de aire. Ekaitz se sentó a mi lado, y me tomo la mano, el anillo de mi madre había brillado a su contacto y mis oídos se taparon momentáneamente. Él me observo confundido, más confundido que cuando había visto mis ojos oscuros en el calabozo.

—Siento haber perdido el control—rodé mis ojos hacia atrás ante mi propia ironía— Una vez más.

—Está bien —me respondió con una sonrisa en su rostro— No me debes explicaciones, ni a tu guardia. Tú eres la princesa, la futura reina de Alba. Tienes permitido una explosión una vez a la semana, lo dice la ley de onpices.

Una risa sin ganas escapo de mi boca, sabía que había intentado animarme, pero realmente no creía que nadie podría hacerlo ahora. Nadie más que mi padre. Debía llegar a él. Debía contarle lo que había descubierto.

Una idea nublo mi mente.

— ¿Ekaitz, tú sabes cómo crear portales? ¿Puedes llevarme de nuevo a Alba? Necesito encontrar a mi padre.

Él giro sus ojos azules alrededor de la habitación, casi como si lo que hubiese escapado de mis labios hubiese sido un insulto. Algo prohibido. Pero su mirada había causado, electricidad en mi cuerpo, y se sentía como observar una tormenta formándose a la distancia.

—Si Amy, puedo hacerlo. Pero, aquí abajo no cuento con los elementos esenciales para el praesidium, sin mencionar que es contra las reglas viajar sin tu guardia a través de los portales.

La Pieza Inquebrantable (#1 EL MUNDO OCULTO)Where stories live. Discover now