CAPÍTULO 45: Calma.

84 6 0
                                    

Me senté al borde de su cama, con las manos sobre mi rostro, ocultando el rubor de mis mejillas. Había visto a Ekaitz en el auditorio hoy, y aun no podía borrar de mi mente su sonrisa perfecta y esos hermosos ojos azules observando tímidamente en mi dirección. Por supuesto que él se había burlado de aquello, era su afición favorita.

—Eres un idiota, no sé porque somos amigos.

—Porque nadie más que yo, y Ben queremos ser tus amigos —él me contesto— No es como que tienes una baraja de opciones.

—Christian también es mi amigo.

—Christian es tu hermano, eso no cuenta. Yo no les digo a los demás que Lana es mi amiga.

Rodé mis ojos hacia atrás recostando el resto de mi cuerpo, y las comisuras de la sonrisa de Eamon se hicieron presente. Su cuarto siempre olía a frescas manzanas verdes, debía suponer que era a causa de su shampoo, y me agradaba, la manzana verde era mi fruta preferida. El colchón a mi lado se hundió, y él enfoco sus enormes ojos en mi dirección. Odiaba lo verdes que eran. Odiaba sospechar que aquel color se había inventado solo para él. Odiaba todo de él a veces, si no fuese porque era uno de mis mejores y leales amigos, lo habría mandado al diablo hace tiempo.

—Seren... —él choco su hombro con el mío, sabia cuanto aborrecía ese nombre— No te pongas triste, lograras hacer más amigos en Axis, solo se sienten intimidados por ti y tu título de princesa.

Su voz era tan aguda e irritante, después de todo no tenía más que nueve años. Los mismos que Ben, y mi hermano, pero sus voces no me molestaban, solo la de él.

—Tal vez más adelante, puedes lograr que sean tus amigos, pidiéndole a tu abuelo que saque un decreto o algo. Después de todo, creo que es la única manera de que lo lograras.

Le di un codazo firme sobre sus costillas, y su quejido de dolor inundo la habitación. Internamente me hubiese alegrado, de no ser porque un parte de mí creía que sus palabras eran verdaderas.

—Amity... tienes suerte de que no puedo pegarte, no porque seas una niña, sino porque fuera del auditorio podrían decapitarme por hacerlo.

Le rodé mis ojos a Eamon una vez más, y percibí como la luz del atardecer chocaba con sus ojos acariciando las pintas doradas en ellos. Mi corazón se aceleró solo un segundo, y hundí mis uñas dentro de mis palmas. Mamá me había pedido que dejase de hacerlo, pero no podía evitarlo, era la única manera que lograba volver a la realidad, intentando no caer en las suaves manos de la magia. Incluso si esta vez lo habían provocado sus ojos.

—Yo siempre seré tu amigo Amy —susurro Eamon, su ceño iba fruncido, había notado el hilo de sangre saliendo de mis manos— Tu siempre me tendrás a mí.

La luz del sol volvió a descansar en nuestros rostros, como una capa dorada que nos protegía de todo mal, incluso de los que yo misma provocaba.

—Amy... Despierta por favor, comienzas a asustarme.

Su gentil sonrisa sobre sus labios rojos fue la primera en recibirme. Sus ojos avellana se encendieron al notar que los míos se habían abierto. Mi cuerpo estaba entumecido, pero el dolor ya había desaparecido, solo quedaban aquellas cicatrices que siempre había llevado conmigo. Y que me negaba a borrar.

Lleve mis ojos más allá de su rostro, notando que, sobre mi mesa de luz, junto al collar lila de Loki, descansaban las dagas de oro de mi familia, excepto la de mi madre. Algo dentro de mí se hundió como un ancla de mil toneladas. Recordando que, si no la habían encontrado, la daga de Drahceb aun debía estar escondida dentro de mi bota.

La Pieza Inquebrantable (#1 EL MUNDO OCULTO)Where stories live. Discover now