CAPÍTULO 30: Desesperados.

90 8 0
                                    

—Cuando éramos pequeños, incluso más pequeños que ahora, tú solías llorar un montón y mamá y papá no sabían cómo calmarte.

—No te creo —dije corriendo entre los jazmines de la abuela, intentando alejarme de sus engaños— Eres un mentiroso, solo te gusta mentir.

—No, no lo soy. Y al ser mayor, debes saber que todo lo que digo es verdad.

—Sigo sin creerte.

—No me interesa si no me crees, yo aún recuerdo tu llanto retumbando por el castillo, y tus mocos cubriendo tu cara.

Me giré en su dirección y le saqué la lengua con toda la fuerza con la que podía.

— ¿Qué significa retumbar? —le pregunte.

—Un sonido que choca con las paredes.

Volví a sacarle la lengua, mientras alisaba mi vestido de flores.

—Eras una niña malcriada y aún lo eres Seren —utilizaba aquel nombre para molestarme, porque eso es lo que hacían los hermanos mayores—. Yo era el único que sabía cómo hacerte callar.

—Estas mintiendo de nuevo.

—Nunca te mentiría Amy.

Christian se acercó a mí, su piel blanca limpia de cicatrices era bañada por la luz rosácea del atardecer. Sus ojos se veían tan claros que parecían transparentes.

—Te tomaba de la mano y te pedía por favor que nos dejaras dormir.

—No te creo.

—Yo sé que si lo haces. Puedo ver en tus ojos como lo recuerdas, incluso ahora.

—Pruébalo, Christian.

Le tendí mi mano, llevaba el anillo de mamá, ella me había dejado usarlo solo por el día. Justo cuando mi hermano hizo contacto con mi piel, el mundo se oscureció una vez más, dejándome a la deriva, y con el corazón justo en mi garganta.

Mis gritos eran desesperados pero inútiles.

Mis gritos no encontraban salida, solo resonaban en mi interior. Quería gritar por Christian, por el abandono de mi madre, quería gritarle a mi padre por mantener información lejos de mí. Quería gritar por mis frustraciones, quería decirles que dejaran de tratarme como una niña indefensa que no sabe más que perder el control. Porque ellos no sabían todo el esfuerzo que yo hacía para mantener mi lado onpice debajo de mi piel. Aquella piel que comenzaba a marchitarse a causa de la falta de oxígeno y sol en la habitación. Podía sentir mis células morir como los tulipanes del otro lado del cristal.

Corrí rápido por el pasillo, esperando que Albus me guiara, porque mi mente no estaba tan clara como para encontrar la salida por mí misma. Enfoque todas mis energías en mis piernas y cuando pensaba que no había manera de salir de aquel lugar, un rayo de luz choco contra mi rostro. Una pequeña grieta en la pared por la cual había entrado. Golpee la piedra con mi hombro, empujando con toda la fuerza de mi cuerpo, y el diván que me había ayudado a entrar, me dio un pequeño golpe en la espalda dejándome del otro lado del pasillo, aquel con las piedras blancas y los candelabros de oro.

Lloyd estaba a solo a unos pasos de donde aparecí, acomodando un arreglo de rosas frescas, me llevé la mano al pecho intentando a calmar mi respiración, y a pesar de que ahora tenía sentimientos mixtos sobre mis amigos, en ese momento necesitaba a Gemma para acallar el golpeteo fuerte y constante de mis latidos. Los ojos rasgados de Lloyd se oscurecieron ante el intento desesperado de ayudarme. Aquel muchacho que apenas había mostrado alguna emoción en su rostro desde que había llegado a Alba, ahora tensaba su mandíbula al no comprender lo que me sucedía.

La Pieza Inquebrantable (#1 EL MUNDO OCULTO)Место, где живут истории. Откройте их для себя