CAPÍTULO 44: Mi propio caos.

78 6 0
                                    

Fue Lexi quien reacciono primero, incluso antes que cualquier otro miembro de mi guardia real o la de mi padre. Ella se colocó adelante de nosotros y levanto sus manos hacia arriba, conteniendo el agua antes de que llegase a tocarnos. Después de todo, era la única que podía ayudarnos aparte de mí, o Harry que, por alguna extraña razón, no estaba con el resto de mi guardia.

Creía que todo mi cuerpo se había paralizado al ver aquella pared alta de agua, acercándose a nosotros sin temor, derribando varios pinos a su paso. Pero en realidad, es que una vez que Lexi se había encargado de ello, mis piernas respondieron primero que mi mente. Antes de que Gemma pudiese poner una de sus manos sobre mi cuerpo para sanarme, me eche a correr por donde Drahceb había huido. Aprovecharía aquella distracción que mi propio caos había provocado, y correría hasta alcanzarlo, hasta encontrar el portal que había creado o cualquier pista que hubiese dejado atrás, tal vez no había alcanzado a huir y por fin había pagado por sus pecados ardiendo a causa del fuego celestial. Mi mente quería agotar todas las opciones posibles, creando una razón lógica por la cual había dejado atrás a las personas que quería para combatir solos un tsunami que yo había causado. No podía quedarme con las manos vacías, no podía dejar que esta angustia me inundara el cuerpo. No podía dejar que me tomara prisionera la frustración.

A pesar del dolor punzante en varias zonas de mi cuerpo y de mi mente agotada, parecía encontrar a mi sufrimiento, motivo suficiente para continuar corriendo. Mis piernas se movían más rápido de lo normal, contaba con una energía que nunca había experimentado. Los colores a mi alrededor eran aún más brillantes que aquel día en el cual había llegado a Alba. La noche se asemejaba a una pintura de acuarelas rociada con polvo de estrellas. Hundiéndome dentro de este bosque, los aromas se percibían más delicados en mi nariz y el sonido del agua a lo lejos, se oía como una vieja melodía. Había vuelto a ser onpice, había recuperado cada una de mis memorias, mi mente ya no estaba fragmentada por los vidrios de una vida pasada. Recordaba cada uno de los momentos que me habían llevado hasta aquí, hasta dentro de Fénix, el bosque de los cuentos de fantasía, desde que tenía uso de razón.

Podía visualizar a mi madre paseando conmigo por los jardines de Alba, a mi hermano jugando a las escondidas conmigo dentro de Albus, las reprimendas de mi abuela por gritar demasiado fuerte durante nuestros juegos, la sonrisa gentil y tímida de Ben al encontrarme debajo de una mesa llorando, el primer libro que mi padre me regalo "Matilda", la risa sonora de mi abuelo después de haber escuchado algunas de mis historias durante la cena, la primera vez que conocí a Ekaitz y sus serenos ojos azules, y el recuerdo constante de Eamon jalando de mi pelo mientras jugaba con Christian.

Amy por favor, deja de correr, necesitamos que vuelvas —el sonido de su voz resonó en las paredes de mi mente, e hizo silencio durante un largo segundo— Te necesito Amy.

Debía encontrarse lejos de aquí, porque no había oído el crujido de sus botas sobre las hojas de pino.

—Deja de alejarte de nosotros, de mí.

Clave mis botas sobre la tierra. Las ramas habían rasgado pedazos de mi vestido y ahora no era más que un trapo de seda finas con un corsé que apenas me apretaba. Había clavado mis uñas profundas dentro de la carne, logrando que un hilo de sangre cayera sobre la hierba, preparando el terreno para un fresco brote de rosas rojas. El aire de mis pulmones había captado el aroma a menta y pino que caracterizaba a Fénix, y lo utilice para llamar a la serenidad. Debía dejar de huir, no podía hacer esto sola. No ahora que sabía que lo tenía a él, para siempre a mi lado.

Presione dos de mis dedos sobre una de mis muñecas, justo arriba de la E que había sido magníficamente grabada sobre mis venas. Conté hasta tres en francés, como mi padre me lo había enseñado a los cuatro años para calmar la ansiedad que me causaba la oscuridad de la noche. Utilice mi don de curación ralentizando los latidos de mi corazón y saque con mi telequinesis la daga de mi pecho de un solo tirón. Grite a todo pulmón, revelando mi posición dentro del bosque a Eamon, quien corrió en mi dirección en cuanto lo escucho.

La Pieza Inquebrantable (#1 EL MUNDO OCULTO)Where stories live. Discover now