CAPÍTULO 23: REconocer.

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Desperté lejos de Alba y de Nueva York, el techo aquí era de piedra y el hedor a podrido ya había abandonado mis fosas nasales. En cambio, un aroma a canela y vainilla rondaba en el ambiente y se asentaba en mi boca. Mis costillas ya no dolían, y mi labio y mi nuca habían dejado de sangrar. Lo que todo llevaba a la misma conclusión, seguía en el mismo mundo confuso de antes, y había sido curada por Gemma.

Estaba sola en aquella enorme habitación de piedra gris que había sido erosionada con el tiempo. Del techo colgaba un candelabro bañado en plata, con dos pequeños focos que apenas iluminan en contraste a la luz que ingresaba por la ventana con cortinas de lino blanco.

En mi cuerpo aun residía el dolor fantasma de mis heridas, por lo que levante mi torso con cuidado, asegurándome que nadie estuviese vigilándome. De seguro, del otro lado de aquella puerta de roble oscuro, se encontraba Ben con su ceño fruncido y sus ojos a puntos de expulsar fuego. Busque mis botas debajo de la cama, y apoye mis pies sobre el piso gélido al contacto, y me calce esperando encontrar a algún miembro de mi guardia. Quería volver al castillo, antes de que mi padre notara que me había fugado, aunque existía una gran posibilidad de que Gerard o mi guardia ya me hubiesen delatado. No sabía cuánto tiempo llevaba inconsciente, así que debía apresurarme.

Tome la campera de cuero, y revise sus bolsillos en busca de la pequeña caja de terciopelo. Estaba allí, suave al tacto y aun sin abrir. Me puse la campera torpemente sobre mis hombros, dejando atrás mi buzo ensangrentado. La puerta que me separaba del resto de la casa era mucho más pesada de lo que esperaba, saque solo la mitad de mi cabeza hacia el pasillo, buscando algún rostro que me reprendiera, pero el lugar estaba desolado.

La casa parecía haber sido diseñada siglos atrás, con sus paredes de piedra, terminaciones en madera y sus puertas pequeñas y ovaladas. No era un diseño moderno, por lo que suponía que debíamos seguir en Inglaterra. El pasillo era largo, con varias habitaciones, y justo al final, había una ventana con vidrios de colores siendo golpeada por la lluvia.

Me acerque a una de las puertas, escuchando un leve sonido de movimiento. Golpee dos veces ligeramente sin intentar llamar mucho la atención a mi alrededor. El pasado me acechaba, siempre podía existir la posibilidad de un monstruo del otro lado de la puerta o el armario, esperándome para abrir mi garganta.

—Hola. —llame por lo bajo.

—Sí, pasa por favor. —la voz del otro lado de la puerta había sonado extrañamente familiar y sin pensarlo dos veces me adentre a la habitación.

Esto se estaba convirtiendo en un mal hábito.

Un muchacho de piel morena, del color del café mezclado con leche, se sobresaltó tanto como yo al encontrarme inmóvil en el marco de la puerta. Recién había salido del baño, solamente una toalla cubría la parte inferior de su cuerpo, enganchada justo en sus caderas. Sus hombros eran amplios, su clavícula a la vista. Su cabello corto brillaba a causa del agua, mojando el piso de madera, sus abdominales marcados casi a pincel resplandecían. Su pecho subía y bajaba a gran velocidad, mientras intentaba ocultarse detrás de la cama inútilmente.

— ¡Su alteza! —Dijo avergonzado en un seductor acento británico—. Lo siento, pensé que era otra persona. No sabía que ya había despertado.

Mi boca se mantenía entreabierta, sabía que debía retirarme, pero sus ojos azules pálidos y profundos habían captado mi atención. Me sentía tan atraída a ellos tanto como las abejas a la miel. Aunque mi cuerpo me decía que debía huir, ya que era un hombre semi desnudo el que estaba frente a mí. Un hombre desconocido. Mis piernas se habían olvidado de como funcionar. Tense mis hombros, escondiendo mi cuello. Nunca me había sentido tan inhibida como en aquel momento, pero aun así no quería escapar.

La Pieza Inquebrantable (#1 EL MUNDO OCULTO)Where stories live. Discover now