CAPÍTULO 29: Corriendo en círculos.

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Resople una vez más el cabello que golpeaba mi rostro constante. Observaba el mar Eterno desde aquel punto alto donde las olas apenas se escuchaban chocar con las rocas. Pétalos delgados y rosados bañaban mis pies, como un estanque reflejado por el sol de la tarde. Eamon se había mantenido en silencio, y sabía que estaba haciendo un esfuerzo, porque desde que había despertado en la casa de Alice, se encontraba confundido por los hechos que me habían llevado a observar el mar con intenciones de arrojarme de cabeza. Ekaitz había encontrado su vuelta a casa, y a pesar de que en sus ojos había visto la frustración de dejarme ir con Eamon, había escoltado a Helena a la residencia de los Ward. Donde su padre podría tomar cartas en el asunto, y descubrir quién estaba detrás de las muertes de las brujas. Aunque nuestras sospechas sobre su origen solo apuntaban a un solo lugar, yo le había prometido que le confiaría la información a mi padre, y él a suyo. En mi interior, la mecha de un nuevo presentimiento comenzaba a prenderse, y encendía mi cabeza en llamas, no solo eran los aquelarres de Inglaterra los que estaban siendo atacados sin razón. Eran los de todo el mundo.

Podía percibir la energía que fluía hacia mis piernas, todos mis impulsos me decían que debía correr. Correr hasta llegar a Nueva York y confirmar mis sospechas. Aquellas que Helena había plantado en mi cabeza, y que yo ahora regaba con recuerdos.

Sus ojos grises, su mandíbula afilada, su cabello cenizo y su cicatriz característica. Aquella misma cicatriz que había observado tantas veces bajo la luz tenue del café o el azul neón de las letras de Blue's. Esa cicatriz me había dado el primer indicio de lo desordenado que estaba mi mundo realmente. Me encontraba constantemente corriendo en círculos, y una y otra vez volvía a ser engañada. Era participe de un juego que no sabía jugar.

—Amy, deberíamos entrar. El frio te está haciendo temblar.

—Unos segundos más, quiero que cale mis huesos. Quiero recordar que estoy viva, y no en una pesadilla constante.

Relaje mis hombros, debatiendo las palabras que saldrían de mi boca al enfrentar a mi padre. Mi escapada hacia Londres, sin su consentimiento, probablemente no sería de su agrado, aunque las últimas semanas lo habían acostumbrado a mis pequeñas rebeldías. Sabía que internamente aceptaba ese peso por la culpa que le causaba haberme mentido durante años.

Sin embargo, esta vez había sido yo la que le había ocultado la verdad, la verdad sobre su hijo. Podía ver el cielo iluminarse por los rayos al mismo tiempo que mi mente se veía atravesada por preguntas. ¿Era Cade, mi hermano Chris? O tal vez Cade era otro de los secuaces de Drahceb, impresos en mi vida para torturarme, para mantenerme vigilada, asegurándose que no volviera a Alba a asumir el lugar que me pertenecía. Intente respirar la calma que traía el mar, pero nada cruzaba por mis pulmones. Había llevado el peso de las mentiras mucho tiempo, las que se me habían dicho y las que yo había dicho, y ahora la carga comenzaba a apretar mi pecho.

Me había guardado para mí, mis episodios de Nueva York, me había mentido a mí misma todos los días al asegurarme que aquellos momentos donde todo se volvía confuso, eran normales. Me había guardado el secreto de la resurrección inesperada de mi hermano, porque no sabía realmente en quien confiar. Y hoy, luego de oír a Helena describir a Cade, me di había dado cuenta que tal vez Chris no era quien yo idealizaba en mis sueños, y aquella mentira volvía a golpearme en la cara también. Si tan solo le hubiese dicho a mi padre sobre Chris, él hubiese mandado guardias en su búsqueda, quizás hubieran dado con su paradero y ahora no me encontraría mirando el horizonte con la interrogante de Cade o Chris.

Quería arrojar todo lo que residía en mi estómago, todo lo que mi cuerpo se había guardado este tiempo. Me arrodille en el suelo y apoye las palmas sobre la tierra. Experimentar los sueños de Madelaine —otra cosa más que le había ocultado a mi padre— me había vuelto más sensible a mi alrededor, la energía de la tierra, el aire y el mar se hacían más puro cuando estaba en Alba. Mis ojos se llenaron de lágrimas, amenazando con salir, y grite. Grite dentro de mi cabeza, porque si lo dejaba brotar fuera de mi interior, sacudiría las antiguas piedras de Albus con mi angustia.

La Pieza Inquebrantable (#1 EL MUNDO OCULTO)Where stories live. Discover now