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Observa a su contrincante con fiereza. Avanza deslizándose por el hielo. Con todo el impulso y fuerza que puede, mueve su cuerpo hacia el disco, lanzándolo. Segundos después, el silbato suena, dando por terminado el partido, una vez más saliendo victoriosos el equipo de blanco y azul.

Exhaustos, se encaminan hacia los vestuarios. Todos estaban sonrientes, riendo y haciendo bromas. Celebrando. Viktor se sentía bien, pero no había dado todo de sí aquel día. Y podía notarse, el contrario casi remonta y gana. Otro golpe de suerte como aquel no iba a darse una segunda vez, lo tenía claro.

—No te martirices, hemos estado bien—palmea su hombro Ivanov.

—Bueno—se deshace de sus gruesos guantes, para después hacer lo mismo con su casco protector.

Deja ambos junto a los patines de hielo, y se sienta en una de las bancas de los vestuarios. Todos celebran, les quedaba poco para llegar a las semifinales. Allí todo se pondría más difícil, nunca habían pasado de la segunda ronda.

Abre la bolsa, sacando su ropa. No le importaba desvestirse allí, total, todos lo hacían y ninguno se prestaba atención al otro. Se deshace de toda su parte superior, quedando con el torso desnudo. Rápidamente se coloca una camiseta térmica, junto a una sudadera negra. Luego, hace lo mismo con la parte inferior, poniéndose unos pantalones de chándal del mismo color, buscando estar lo más cómodo posible para ir de vuelta a casa.

Le gustaba que los partidos fuesen temprano. Cada vez que lo hacían por la tarde, estos se alargaban y terminaban hasta las tantas jugando. Y eso era realmente agotador. Por eso es que, ahora aún era de día y podía pasarse a visitar a Adeline antes de ir a casa a dormir.

No era muy bueno con los niños, pero con la niña de pelo rizado era diferente.

—¿Y esto? —Cuestiona el castaño, agachándose a recoger un papel doblado.

«Otra vez no», maldice mentalmente, aproximándose y arrebatándoselo de un tirón, para guardarlo de vuelta en su sudadera. No iba a pasar otra vez por la misma embarazosa situación. ¿Por qué siquiera seguía guardando ese dibujo con su número escrito? Hacía justo una semana que le había dejado claro que no le interesaba de esa forma. ¿Por qué entonces seguía guardándolo?

—Nada—contesta, seco como de costumbre.

—Ya, claro—achina los ojos.

Tal vez solo le había sorprendido que alguien estuviera interesado en cómo jugaba y le interesase plasmarlo con lápiz. Nunca habían hecho eso, y aún era extraño saber que Horacio se había tomado esa molestia. Pero no mintió al decir que no estaba interesado de esa forma. Aunque tal vez no debió decirlo de aquella manera tan directa, teniendo en cuenta que fue él mismo quien le dijo que podía seguir dibujándole para practicar. Seguramente ya no se diera el caso nunca más.

Se había encontrado con el pintor un par de veces en la galería de arte, pero en ninguna de ellas habían intercambiado palabra. Tampoco es que fuese necesario, después de todo seguían siendo desconocidos que casualmente se encontraban en todos los sitios. Para él aquello no era normal, no solía conocer a alguien de forma tan directa y seguido, su círculo de amistades era reducida y tampoco un gran interés para él mismo. Por eso es que todo lo que había ocurrido tan rápido no era algo a lo que estaba acostumbrado.

—¿Venís esta noche al Galaxy? Vamos a celebrarlo como es debido.

El ruso ni siquiera tiene que contestar, ya saben su respuesta. Se carga la bolsa en el hombro, ya completamente vestido informalmente y con su informe guardado. Se despide del equipo y camina hacia su coche. Un mensaje llega a su móvil antes de que decida arrancar.

C: "Adeline quiere dulces."

Frunce el ceño ante el texto de Conway.

V: "Pues vaya a comprarlos."

C: "Ve tú."

V: "¿Por qué?"

C: "Porque yo no sé dónde está la pastelería que me está diciendo."

C: "No tardes."

Suspira ante eso. Pone el coche en marcha. Parecía que aquella niña siempre se las ingeniaba para hacer que se encontraran.

De pinceladas y jugadas. (AU Volkacio)Where stories live. Discover now