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Teclea rápido en su móvil. Se sentía cansado, no tenía ganas de ir a entrenar. Hacia mucho tiempo que no se tomaba un día libre. Apoyado en el mostrador de la recepción de la galería de arte, gira la cabeza cuando entran por la puerta. Adeline le cuenta algo, emocionada, a Conway, y este le presta completa atención. No es hasta que levanta la mirada de su pequeña figura que se fija en el ruso, que se pone recto.

—¿Dónde estabais? —Interroga monótono.

Jack levanta el paquete marrón que porta en sus manos, y Volkov reconoce el logo de la pastelería en la que trabaja Horacio. Se remueve al recordarle, últimamente se había pasado mucho tiempo pensando en él, sin ningún motivo aparente. O eso era lo que quería hacerse creer a sí mismo.

—Adeline quería enseñarme esa pastelería. No sabía que Horacio trabajaba allí—pasa a su lado.

La niña se suelta de su agarre, yendo a abrazarse de las piernas largas del jugador de hockey. Este deja una mano en su cabello, mientras le saluda.

—Sí—asiente, mirando a otro lado.

—¿Habías ido antes, no? —Cuestiona el pelinegro.

—Un par de veces, sí.

Habían sido más de eso, pero no era necesario especificar.

—Adeline, te dejo su cofre en mi despacho, ¿sí? Puedes comerlo dentro de un rato—le dice Jack.

Esta asiente, ambos miran cómo se aleja hacia la dirección que acaba de mencionar, dejándoles solos.

—Vik—le llama la niña en un susurro.

Este le mira, extrañado.

—¿Qué? —También susurra por alguna razón.

—Agáchate—señala, separándose de sus piernas y esperando a que el de pelo plateado lo haga.

Este, aún más confuso que antes, le hace caso. Con el ceño fruncido se pone de cuclillas frente a la niña.

—¿Ocurre algo, Ade? —Interroga.

Esta, en vez de estar seria, sonríe orgullosa. Se descuelga de la espalda su pequeña mochila de mariposas, dejándola en el suelo y comenzar a buscar algo en su interior bajo la atenta mirada de Volkov. Cuando lo encuentra, le tiende un papel doblado y un poco arrugado. El número 14 lo toma con cautela.

—¿Qué es esto, un dibujo que has hecho hoy en la escuela? —Pregunta, mientras desdobla lentamente la nota.

No toma en cuenta la risita divertida de Adeline. Lee lo que hay escrito, sabiendo que no es de ella esa pulida e inclinada letra.

«Gracias por lo del otro día, si te pasas por la pastelería tengo preparados unos macarons con tu nombre :)
Pd: ¿Sigues teniendo mi número de teléfono?

—H. »

Algo cosquillea en sus dedos y en su estómago, volviendo a sentir esa sensación que últimamente solo sentía cuando hacía actos poco propios de él junto al pintor. Relee la nota una, dos, tres y hasta cuatro veces, después levantando sus ojos hacia Adeline, que espera con una sonrisa y las mejillas sonrojadas.

—¿Qué dice? No sé leerla—hace un puchero.

Viktor se aclara la garganta, antes de guardar el papel en su bolsillo trasero y ponerse otra vez de pie.

—¿Has intentando leerla? —Pregunta hacia la niña.

—Sí—bufa—, pero no se lo digas a Horacio. Me dijo que era un secreto.

Volkov suelta una leve risa ante ese comentario.

—Sí, lo es—comenta, rascándose la nuca.

—¿Y no puedo saber ese secreto? —Infla las mejillas.

—Entonces ya no sería un secreto, ¿no?

Resopla.

—Pues yo tengo otro secreto y no te lo voy a decir—le enseña la lengua, para después irse corriendo hacia la misma dirección donde se encontraba el despacho de Jack.

Una vez solo, Viktor suspira. Se saca la nota del bolsillo, volviéndola a leer. Tal vez tenía ganas de un bocado dulce.

De pinceladas y jugadas. (AU Volkacio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora