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Aquella mañana, Horacio no miró atrás al irse de la ciudad donde había crecido. Los siguientes días, Nueva York anunciaba cielos despejados y sol en lo alto, pero incluso el frío allí era mayor. La mudanza fue algo pesada, por suerte el pintor tuvo ayuda. Por lo que Foster le había comentado, también había otro pintor en aquel programa. Era alguien nuevo en todo ese mundillo, pero tenía ganas y su talento mejoraba cada día. A Pérez le recordaba a alguien que conocía, a Greco, exactamente. Tenía una castaña barba siempre arreglada. Se llamaba Kevin, Kevin Ford, y vivía en el piso de enfrente de Horacio. No había tenido problema en ayudarle.

Había sido una grata sorpresa para el pintor que ese lunes todo hubiese salido tan bien. Se sentía cómodo, estaba rodeado de todo lo que siempre había querido. Si era cierto que la vida allí era más cara que en Los Santos, pero junto al dinero de sus ahorros, no estaba teniendo ningún problema. Gustabo había cumplido su promesa, y el mismo sábado de su primera semana estaba llamándole molesto porque no encontraba la dirección de su edificio. Pasaron un fin de semana lleno de risas, juegos y turismo para el rubio. García le ponía al día de su equipo de hockey, y de cómo estaban preparándose para la liga de primavera. Y, por fin, había admitid su relación con Rodriguez.

Por otro lado, el antiguo pastelero y el número catorce hablaban casi todos los días por mensaje, aunque fuera un par de mensajes. Viktor le enviaba fotos de Adeline (por petición de la misma), y también de él mismo haciendo cualquier cosa. Horacio aún guardaba esa que le había mandado, sin intenciones ocultas, de él con la equipación de hockey colocada. No quería admitirlo, pero ese "uniforme" hacía que sus nervios se inquietaran.

Ambos creían que con la distancia iban a perder contacto, hasta que algún día dejaran esa atracción romántica por el otro. Pero cada vez que les llegaba un mensaje del contrario, sonreían sin quererlo. Nunca habían hablado por teléfono, tan solo una vez en la que la niña se vio incluida y protagonizada.

Pronto transcurrió un mes. Un mes lleno de nuevas experiencias para ambos. Volkov y su equipo habían ganado la final, y eso había traído muchas nuevas ofertas para el ruso, pues era quien más destacaba. Aún no había aceptado ninguna, pero había dos que eran realmente importantes y le llamaban la atención.

Camina hacia el vestuario, cansado y con los patines colgando de su hombro. Todos entran, comenzando a cambiarse, él les imita. Se deshace de la equipación y se pone algo abrigado. Diciembre ya estaba a mediados, y se notaba. Por último, cuando ya casi nadie queda, se envuelve aquella bufanda azul que usaba a diario. Toma el móvil del bolsillo de su bolsa deportiva, y esboza una pequeña sonrisa cuando ve una notificación del pintor.

H: «¿Te gusta?»

H:« *Imagen*»

Viktor la observa, y sonríe.

—¿Hablando con el pintor? —Carcajea amargo Ivanov.

El de pelo plateado levanta la mirada y frunce el ceño, borrando la sonrisa. Bloquea su teléfono y se lo guarda, le contestaría en el coche. Se da la vuelta y carga su bolsa en sus hombros. Básicamente ignora al moreno, pues su tono no había sido de su agrado. No hablaban mucho desde que Horacio le golpeó en aquella práctica, Volkov tampoco buscaba hacerlo, a decir verdad nunca lo había hecho.

Pasa por su lado, pero un agarre en su brazo lo detiene de golpe.

—¿Ahora me ignoras? —Bufa, atónito

—No, pero tengo prisa—se deshace del agarre. Su expresión era seria, como siempre.

—Haz un poco de caso a tus amigos y olvida a Horacio, ya está en Nueva York, Viktor—ríe cínico.

Eso hace que el ruso gire el cuello en su dirección.

—Volkov—rectifica para el otro.

—¿No es Viktor como él te llama? Pues ya está, no es la gran cosa—resopla molesto, mirándole también.

—Sí, pero yo decido cómo me puedes llamar, Ivanov—su tono hace que el jugador tenga escalofríos.

El número catorce no comprende la repentina actitud desagradable de su compañero, pues nunca había sido así.

—¿Es tu novio o qué? —Y seguía insistiendo—Simple pregunta de amigos, tranquilo—le tranquiliza antes de que responda.

El más alto se ajusta la bolsa en su hombro, dispuesto a terminar con aquella conversación e irse.

—No es de tu incumbencia.

Luego da un paso hacia delante, pero de nuevo le detiene. Lo siguiente que está es contra la pared y su boca contra la suya. La cierra, frunciendo el ceño y con los ojos abiertos de la sorpresa. Con su mano libre, lo separa de un empujón.

—¿Qué diablos crees que haces? —Exclama, notablemente enfadado.

—Besarte—contesta, tranquilo y encogiéndose de hombros.

El puño del ruso en su rostro no es algo que se esperaba. Volkov no tarda en salir de allí a paso rápido, para luego salir del estadio y caminar hacia su coche. Una vez dentro de él, suspira. La culpabilidad le llenaba, y él no había tenido la culpa de aquello.

De pinceladas y jugadas. (AU Volkacio)Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα