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Mira al techo, mientras que el sol traspasa las cortinas de su dormitorio. Parece que aquel día no iba a llover, pero el frío seguro que no faltaba. Minutos después, cuando por fin ha centrado su mente en algo que no sea recordar qué había soñado y por qué se le había olvidado tan rápido, se frota la cara con la palma de la mano, despejándose. Mira el reloj digital de la mesita de noche, ese marcando las nueve de la mañana. Entraba a trabajar a las doce, así que no había problema. No solía levantarse muy tarde, porque acostumbraba a hacerlo temprano, aunque hubiese estado despierto hasta las tantas de la madrugada.

Se sienta en el colchón, mirando luego hacia abajo y encontrándose con que aún tenía el abdomen manchado de pintura. Anoche estaba tan cansado que, después de prepararse un sándwich de crema de queso y comérselo, no se acordó de pasarse una toalla húmeda por ahí. Se pone de pie, descalzo con calcetines blancos, sus pies tocando la alfombra mullida que tiene al lado de la cama. Luego, camina hacia la ventana, echando a un lado la cortina beige y mirando hacia la calle. Sí, hacía sol. Pero se podía ver en las hojas de la acera cómo había viento. Vuelve a ponerla en su sitio, encaminándose al baño. Se tomaría otra ducha, aunque estaba limpio.

No se molesta en atrancar la puerta del todo. Se echa un vistazo en el espejo antes de ir a abrir la llave del agua caliente. Mientras que esta toma la temperatura idónea, desliza los pantalones del pijama por sus piernas, además de los calcetines. Ni siquiera se había tomado la molestia de tomar su teléfono para poner música.

Entra a la ducha, estremeciéndose cuando el agua choca contra su cuerpo. Jadea por la impresión. Ajusta el grifo, buscando la perfecta. Cuando ya la tiene, cierra los ojos a espaldas de la regadera, dejando que esta le empape por completo. Más tarde, y con las gotas recorriéndole el rostro, mira hacia abajo. Hacia mucho que no tenía un par de horas libre para él mismo. Y cuando las había tenido no tenía ganas de nada, solo de dormir por lo cansado que estaba.

Hacerlo por la mañana podía significar dos cosas. La primera era que quedase insatisfecho, ya que prefería hacerlo de noche. La segunda es que, tal vez le activaría y tendría la energía suficiente para ir bien a trabajar. Aún así, tampoco lo piensa demasiado.

Lleva su mano a su entrepierna, que ya por los pensamientos previos comenzaba a animarse.

No se molesta en atrancar la puerta del todo. Se echa un vistazo en el espejo antes de ir a abrir la llave del agua caliente. Mientras que esta toma la temperatura idónea, desliza los pantalones del pijama por sus piernas, además de los calcetines. Ni siquiera se había tomado la molestia de tomar su teléfono para poner música.

Entra a la ducha, estremeciéndose cuando el agua choca contra su cuerpo. Jadea por la impresión. Ajusta el grifo, buscando la perfecta. Cuando ya la tiene, cierra los ojos a espaldas de la regadera, dejando que esta le empape por completo. Más tarde, y con las gotas recorriéndole el rostro, mira hacia abajo. Hacia mucho que no tenía un par de horas libre para él mismo. Y cuando las había tenido no tenía ganas de nada, solo de dormir por lo cansado que estaba.

Hacerlo por la mañana podía significar dos cosas. La primera era que quedase insatisfecho, ya que prefería hacerlo de noche. La segunda es que, tal vez le activaría y tendría la energía suficiente para ir bien a trabajar. Aún así, tampoco lo piensa demasiado.

Lleva su mano a su entrepierna, que ya por los pensamientos previos comenzaba a animarse. Atrapa su labio inferior entre sus dientes cuando rodea el miembro con sus dedos.

No piensa en nada mientras que acaricia la punta del mismo, enviando descargas eléctricas desde sus piernas hasta su nuca. Con su brazo libre, se apoya en la pared, mientras mantiene su vista baja y comienza a masturbarse de arriba a abajo, con suma lentitud. El agua ayuda a que su tacto se deslice con facilidad, y este, al ser suave, le incrementa el placer. Abre la boca en un gemido silencioso cuando por fin lo rodea entero. Se mueve, recostándose en la fría pared de azulejo a su espalda.

Echa la cabeza hacia atrás, sin cerrar los ojos mientras sigue con su labor. El calor comienza a hacer efecto, sonrojando sus mejillas y no precisamente por la temperatura del agua que aún seguía cayendo. Pasa el pulgar de nuevo por la punta, recogiendo el pre-semen que brota y se pierde mezclado en el desagüe. Aumenta la velocidad de sus movimientos, queriendo también más placer.
Con su mano libre, se acaricia el abdomen, bajando la misma hasta sus piernas, llevándola después a su baja espalda. Arquea esta. Vuelve a los movimientos lentos y pronunciados. No puede evitar gemir en voz alta.

—Mhm...

Sabe que le queda poco para terminar.

De pinceladas y jugadas. (AU Volkacio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora