23

386 66 0
                                    


Se coloca la bufanda bien ajustada al cuello, frotándose después las manos y metiéndolas en su abrigo. Hacia mucho frío, junto cómo había previsto aquella mañana a pesar del sol. Ya había terminado su turno, por suerte no acababa tarde y aún había luz. No se había traído su moto, había tenido la maravillosa idea de venir andando, aprovechando el buen día. Pero se le había olvidado pensar en que, al salir, no iba a hacer tan bueno.

Se acurruca en el abrigo, comenzando a caminar por la acera. ¿Habría Adeline dado la nota a Volkov? Ya hacía unas cuatro horas de eso, y no había recibido un mensaje de él (porque eso fue lo que insinuó con ese posdata).

Mira al suelo mientras anda en dirección a su apartamento, insultándose a sí mismo por ser tan idiota de venir caminando al trabajo. Luego, dirige su vista a su alrededor, observando cómo la gente también pasea tranquila, en solitario y en grupo. Suspira, mañana debía tener otra reunión con el de la oferta. No sabía cómo decirle que rechazaba esta, pues de alguna manera se sentía culpable. Aún así, tenía claro que no iba a aceptar algo solo por la presión y las prisas. Esa no era su forma de hacer las cosas.

Un mensaje llega a su móvil, y chista pensando que es Gustabo, ya que hace un rato había estado hablando con él. Traga saliva, deteniéndose en su lugar cuando ve que es un número no guardado.

«¿Aún puedo ir a por esos macarons?»

Quiere no sonreír, pero no puede evitarlo. Una pequeña sonrisa se forma en sus labios, que detiene atrapando el inferior con sus dientes. Teclea con rapidez, guardándolo en contactos como "Viktor". Sabía que a él no le encantaba que le llamaran así, pero al pintor le gustaba más. Se lo piensa unos segundos antes de contestar.

H: «Justo acabo de irme:( »

Espera paciente su respuesta, que no tarda en llegar.

V: «Oh, vale.»

No quería terminar allí la conversación.

H: «¿Dónde estás?»

V: «En la puerta de la pastelería»

Ante eso, el de cresta se gira y camina con rapidez hacia el lugar de su trabajo. No había ido muy lejos, así que no tarda en llegar. Ralentiza su paso cuando ve el coche negro de Viktor, y a este en el asiento del piloto. Eso le llama la atención al ruso, que levanta su mirada fruncida del móvil para clavarla en la figura de Horacio envuelto por ese grueso abrigo. Pérez alza la mano, saludándole con timidez repentina. Una notificación llega a su móvil.

V: «No hacía falta»

H: «Se me había olvidado una cosa dentro, de todas maneras»

No es necesario aclarar que esto era mentira, pero Viktor no tenía porqué saberlo.

El ruso toma aire antes de dejar el teléfono en el asiento del copiloto, para después abrir la puerta y salir bajo la atenta mirada del de cresta. Rodea el coche, metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón. Se acerca al pastelero mientras este también hace lo mismo.

—Hola.

—Hola.

Dicen al unísono. Horacio suelta una leve risa, mientras que el número catorce mira a otro lado.

—Ven conmigo—indica, pasando por su lado en dirección a la pastelería.

Este le hace caso, yendo tras él. La campanilla suena, anunciándoles de su entrada. Entonces, Isa sale de la cocina para recibirlos, alzando las cejas al ver a su compañero.

—Hola Isa—saluda con una sonrisa.

—¿Se te ha olvidado algo, no? —Ya estaba acostumbrada a ello.

—Em... sí—asiente, mintiendo. No podía decir que no cuando segundos antes había dicho que sí a Volkov—. Voy a por ello, espera.

El de pelo plateado le hace caso, mientras que la chica se mueve para atender a otro cliente que acaba de entrar. Mueve su pierna, inquieto. Un minuto después, Pérez sale de la cocina con un pequeño paquete blanco en su mano. Rodea el mostrador.

—Ya está, vamos.

Viktor vuelve a seguirle. Tras despedirse con su compañera, salen de nuevo de la tienda. Se detienen al lado del coche del más alto.

—Toma—le tiende la caja, y la toma gustoso.

Va a abrirla para mirarlos, pero su mano se lo impide.

—¿Puedes verlos luego? —Cuestiona nervioso.

Se da cuenta de cómo su mano sigue tocando la suya, creando un contraste de colores y temperatura. Estaba congelado.

—¿Tienes tu moto aquí? —Interroga, ignorando su petición. Si quería que lo abriera luego, lo haría.

—No—contesta, retirando su tacto del suyo y volviéndosela a guardar en el bolsillo—. He venido andando, hacía buen tiempo esta mañana.

—¿Quieres que te lleve?

Le sorprende.

—Da igual—niega con la cabeza, sonriendo. Su nariz comenzaba a tornarse colorada, y no pasa desapercibido para Viktor.

—Venga, hace mucho frío—insiste, sin dejarle decir nada, pues rodea el coche y vuelve a montar en el lado del conductor.

Horacio, en su sitio, toma aire, preparándose para el trayecto.

De pinceladas y jugadas. (AU Volkacio)Where stories live. Discover now