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—¿Por qué no te pones de portero? —Interroga Gustabo, posando una de sus manos en su hombro.

—Ya hay uno—contesta tranquilo.

—No—dice, señalando la portería vacía.

Horacio le mira con una ceja alzada. Acaba aceptando, posicionándose delante de la estructura. Cuando jugaba con él, Gustabo era quien debía practicar los tiros a portería, mientras que el pintor era quien los intentaba parar. Si se calificaba el nivel de Pérez en la pista, como portero era mejor.

El partido sigue, y a todos les sorprenden la habilidad del de cresta deteniendo los tiros. No tienen un contador de puntos, pero estaba claro que era reñido. El equipo azul y amarillo mostaza habían mejorado mucho desde la última vez que fueron derrotados por el contario. Y a eso se le sumaba que el jugador estrella vestido de azul y blanco estaba más despistado que otra veces.

Se les notaba a todos el cansancio ya, sobre todo a Horacio, que el máximo ejercicio que hacía era ir de vez en cuando al gimnasio. Su físico trabajado no tenía nada que ver con su pésima condición física, pues hacía una temporada sí que había estado más obsesionado con el deporte. Ahora, el único esfuerzo que hacía era cuando tenía que correr para entregar algún encargo urgente de la pastelería. O cuando el horno comenzaba a avisar de que lo que había dentro ya no era comestible.

Aún así, no persistían, y seguían jugando. El de pelo castaño con mechas blancas ya comenzaba a respirar por la boca, agotado. El frío ya había desaparecido hacía rato, e incluso ahora estaba sudando bajo esa vestimenta pesada.

—¡Volkov! —Grita Ivanov, pasándole el disco.

El nombrado recibe el lanzamiento con facilidad, a pesar de lo mal que venía. Fija sus ojos en la pista, mientras que Horacio traga saliva preparándose aunque ya sabe que le iba a ser imposible detenerlo. Era la primera vez en la tarde que el ruso iba directo a esa parte de la pista. Ya a unos cuantos pasos, Viktor clava su vista en el chico. Y aquello le desconcentra, pero aún así lanza el disco contra el hueco que no está cubierto por él. Su equipo celebra cuando este no lo detiene y anotan punto. Observa al pastelero retirarse el casco, fatigado y con una fina capa de sudor cubriéndole el rostro. Patina hacia la banca, donde algunos que estaban descansando conversan.

—¡Bueno, vamos a descansar! —Exclama Greco.

El de pelo plateado es empujado por detrás por Ivanov, ya que aún seguía mirando al pintor.

—Venga, que te embobas—comenta con burla.

Horacio, en su lugar, se sienta en el banquillo y se deshace de los patines, relajando sus pies ya molidos por estar tanto tiempo con ese calzado. Por suerte en aquella parte no había hielo, y se pone de pie a pesar de estar descalzo. Agarra una botella de agua que le habían dado antes de comenzar el partido y echa la cabeza hacia tras para beber, sediento. Estaba destrozado, no debería haber aceptado, aún menos luego de tener en cuenta que dentro de unas horas tenía que ir a trabajar. Cierra los ojos mientras terminar de beberse el agua. Aquella imagen no pasa desapercibida para Volkov, que la aparta después de fruncir el ceño. Ver a Pérez jugando a lo que a él le apasionaba había causado una repentina curiosas hacia el de piel aceituna. Ya eran muchas curiosidades acumuladas.

—¿Vas a jugar el segundo tiempo? —Cuestiona Gustabo, tomando asiento a su lado mientras se masajea la muñeca.

—No, tengo que irme a trabajar—responde Horacio, secándose la frente con la camiseta.

Aunque aquello no era muy higiénico, todos lo hacían.

—¿Ya? —Resopla el rubio, sin ganas de tener que conducir ahora.

—Sí, y tú vas a llevarme—sentencia el de cresta, con una ceja alzada.

—¿Ya te vas? —Pregunta Greco a su izquierda.

—Entro a trabajar dentro de... —Enciende el móvil para ver la hora que es, abriéndolos desmesuradamente al ver que iba a llegar tarde—De quince minutos. Voy a llegar tarde.

—Volkov, ¿tú no tenían que irte a las cinco y media? —Interroga Ivanov, escuchando la conversación de los otros.

El ruso le echa un vistazo.

—Sí—responde sin más, a pesar de que ese tiempo ya había pasado.

—¿Y por qué no os vais juntos? —Inquiere, siendo escuchado también por el pintor.

Pero tal vez aquella pregunta por parte del moreno no había ido con el fin de emparejarlos, sino de más bien de querer comprobar algo. 

De pinceladas y jugadas. (AU Volkacio)Where stories live. Discover now