Capítulo 16

6.9K 383 52
                                    

Una pena para mí, esa era la respuesta correcta. Se lo he dejado en bandeja para que dijera eso, incluso tenía preparada la contestación que iba a darle. Pero Sawyer ni siquiera se ha molestado en responderme. Lo único que ha hecho ha sido volverse a reír.

Y, para cuando yo he querido añadir algo más, ya habíamos llegado al aparcamiento, a escasos metros de alcanzar el Tesla, así que nuestra extraña conversación se ha quedado ahí.

Reconocer que me ha molestado me hace sentir como una perfecta idiota, pero sí, me ha molestado. Me ha molestado que no me haya seguido el juego.

Por un momento, ha sido como si volviera a tener ocho años y estuviera deseando salir al recreo, no porque me aburrieran las clases, sino para poder ir al encuentro de este estúpido niño rubio que siempre se estaba metiendo conmigo, pero que, de alguna manera, me hacía sonreír tan a menudo como conseguía enfadarme.

Les he estado dando vueltas a esas ideas durante todo el trayecto en coche, mientras me fumaba un cigarrillo y la conversación de Sawyer y Harrison sobre no sé qué asunto de su carrera sustituía al silencio habitual, y he llegado a la conclusión de que se trata de un poco de nostalgia infantil. Nada más.

Ahora, sentada en las gradas de la piscina junto a Harrison, me rio cuando veo a Sawyer caminar hacia el agua vistiendo solo un diminuto bañador azul. Me rio porque me he dejado en ridículo yo solita con todo lo que le he dicho mientras nos paseábamos de la mano por el campus, bromeando sobre pajas y mamadas con él como si existiera alguna ínfima posibilidad de que él quisiera que yo le hiciera algo remotamente parecido, cuando es obvio que no. Por supuesto que no.

Por supuesto que a Sawyer Winston le da asco que toque aunque sea un solo milímetro de su cuerpazo de catálogo.

Lana se ha quedado muy pero que muy corta cuando ha comentado lo bueno que está. Es que... No es que esté bueno, es que es precioso. En el instituto ya sobresalía por su belleza, pero ahora... Dios. Podrían exponerlo completamente desnudo en un museo, al lado de cualquier escultura griega, y nadie notaría la diferencia. Puto Sawyer Winston.

Encima se ha hecho un tatuaje. Alcanzo a verlo justo antes de que se tire de cabeza a la piscina: una mancha de tinta enorme en el costado izquierdo, cuya forma no alcanzo a identificar a la distancia a la que me encuentro.

Cómo lo odio. Por ser tan perfecto y por hacerme parecer tan tonta. Claro que es una pena para mí. Claro que sí.

Y él es tan educado y se cree tan superior que ni siquiera ha sentido la necesidad de recalcar lo que ya estaba más que claro. Solo se ha reído.

Lo detesto con toda mi alma.

—Puede que con Jessica colase ese cuento tan bonito que nos contasteis en la cena —murmura Harrison junto a mí, sobresaltándome—, pero yo no me creo nada de esto.

Me quedo muy quieta, sin girarme hacia él. Sigo con la mirada los movimientos de Sawyer en la piscina. Nada de un extremo a otro y vuelta a empezar, tan rápido que no sé cómo puede llevar la cuenta de los largos.

—Y dime, Riker... ¿Por qué motivo debería importarme lo que tú te creas o te dejes de creer?

Veo por el rabillo del ojo cómo el chico se echa hacia delante en su asiento y se cruza de brazos. Algo me dice que se está cabreando.

—Conozco a Sawyer desde hace cuatro años, es mi mejor amigo y nunca me había hablado de ti. Jamás.

—¿Y eso es incompatible con que esté enamorado de mí?

Harrison niega.

—No, eso no tendría por qué ser un problema —admite—. Pero es que tú eres todo lo que él odia en una chica.

Nada de enamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora