Capítulo 38

6.3K 393 141
                                    

Por la tarde, al volver a casa de las chicas tras habernos pasado un par de horas en la heladería y luego haber comido en la pizzería del centro, me sorprende que Nadine y Bianca no estén, hasta que recuerdo que se fueron a Montrose esta mañana y por eso nosotros hemos estado sin coche todo el día.

—Voy a ducharme —me informa Sawyer, todavía quitándose el abrigo.

No sé cómo puede apetecerle hacerlo con este frío, pero no comento nada al respecto, sino que me limito a asentir y a ver cómo echa a andar por el pasillo, rumbo al cuarto de baño de la habitación de invitados.

Cuando desaparece en el interior del dormitorio, yo voy hasta la cocina con la intención de beber agua, pero cambio de idea al descubrir que, al parecer, la hermana de Sawyer y su novia se han ido para la ciudad con tanta prisa que no les ha dado tiempo a recoger nada del desayuno.

Sin pensármelo demasiado, me pongo a fregar las tazas, las cucharillas y los platos y hasta barro el suelo, que está lleno de migajas.

Una vez que he terminado, me siento en uno de los taburetes de la isla a revisar el móvil. Tengo un par de correos de la uni (aunque, por suerte, ninguno es de Nate), unas cuántas notificaciones de Instagram y varios mensajes de WhatsApp de Lana y Dylan.

Que los dos me hayan escrito por separado, en lugar de utilizar el grupo que compartimos los tres, me hace pensar que no tiene pinta de que se hayan reconciliado en mi ausencia. Aunque, claro, si no hicieron las paces estando ambos en la misma ciudad, no creo que vayan a arreglar cualquiera que sea el problema que tengan ahora que Lana está pasando las fiestas en Tennessee con su familia.

Ambos me preguntan qué tal me está yendo por Dexterville y no tengo ni idea de qué contestarles.

Este viaje no está siendo ni de lejos como esperaba que fuera, pero, más allá de eso, no sé qué pensar de todo lo que ha pasado desde que Sawyer y yo bajamos del autobús que nos trajo aquí, hace menos de veinticuatro horas.

Al final, les contesto que todo está bien y les informo de que mañana por la noche ya estaré de vuelta en Ann Arbor... Lo que me recuerda que tengo que hacer la maleta.

Me da una pereza tremenda, pero, tras leer los mails pendientes, me obligo a levantarme y a ir hasta el dormitorio, donde, sobre la silla que hay junto a la cama, me espera mi ropa.

La tengo toda amontonada ahí, hecha un desastre, porque está sucia y tendrá que ir directa a la lavadora en cuanto regrese a casa, pero si quiero que quepa en la maleta no me va a quedar más remedio que doblarla. Así que, suelto un suspiro de resignación, y traslado el montón de prendas de la silla a la cama para ponerme a ello.

Eso es lo que todavía estoy haciendo cuando, pasados unos quince minutos, se abre la puerta del servicio.

He estado todo el rato escuchando de fondo el ruido del agua de la ducha corriendo, pero no me he dado cuenta del momento en el que se ha cortado, indicando que Sawyer ha terminado. Por eso me sobresalto al oír el chasquido del picaporte a mi espalda y, por puro instinto, me giro hacia la dirección de la que proviene el ruido.

Sawyer entra en el dormitorio con el pelo húmedo, unos vaqueros y... Nada más.

Mis ojos se quedan clavados en las gotitas de agua que salpican sus abdominales marcados, que acaban en una V que se pierde en la cinturilla de los pantalones.

—Perdona —dice—. No sabía que estabas aquí.

Me da la espalda para abrir el armario, donde ayer ordenó toda su ropa tras sacarla de la maleta. Escoge una camisa blanca de entre todas las prendas y empieza a ponérsela.

Nada de enamorarseWhere stories live. Discover now