Capítulo 20

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—¿Por qué le diste permiso para que me trajera a su casa? No, ¿por qué le invitaste a la fiesta, en primer lugar?

—¿Así es cómo me agradeces que te haya ayudado a tener sexo después de meses?

—Ya te he dicho que no ha pasado nada entre Sawyer y yo —gruño.

Nada, excepto que anoche dejé que me viera tocar fondo y que, no contenta con eso, esta mañana también me he mostrado débil ante él. Pero, contra todo pronóstico, no se mofó de mí, sino que ha resultado tener un talento especial para calmarme y hacerme sentir mejor sin siquiera tocarme. Porque lo único que ha hecho ha sido acogerme en su casa y decirme que soy capaz de hacer frente a cualquier cosa.

—Ya, claro —se burla Lana al otro lado de la línea—. A mí no me engañas, que acabo de ver las fotos que habéis subido a Instagram. ¿Qué tal lo hace? Seguro que mejor que Nate.

Suelto un resoplido. Ni que mi ex haya dejado el listón súper alto.

—Lana, te lo repito: no hemos...

—Tiene pinta de que le gusta duro —me interrumpe—. Me apuesto lo que sea a que es de los que se pone en plan mandón y...

—Corta el rollo, anda —bufo—. ¿Vas a traerme la ropa o no?

—Vale, vale —se ríe un poquito—. Te la llevaré, pero después de las dos clases que me quedan. Así podéis aprovechar para repetir —añade, y juro que puedo oír su sonrisilla malvada.

—Eres tontísima —le suelto para, acto seguido, cortar la llamada.

No me extraña que crea que me he acostado con Sawyer, porque hasta yo estaba convencida de ello cuando me he despertado. Y con las stories que hemos hecho... Bueno, precisamente nuestra intención era que pareciese que nos hemos pasado la noche follando. Salimos los dos sonrientes en el reflejo del espejo de su cuarto de baño, yo todavía con su ropa puesta y él con un brazo cubriendo por completo el que yo tengo alzado para hacer el selfie y el otro rodeándome la cintura de tal manera que nadie diría que, en realidad, apenas me estaba rozando.

Sacudo la cabeza, intentando dejar de pensar en esas fotos y en cómo nos las hemos hecho. En cómo he sentido su respiración en mi cuello y su calor envolviéndome todo el cuerpo, como el otro día en la piscina.

Tiro con fuerza de los cordones de mis botas al anudarlos para sacar de mi mente esas ideas. Me levanto de la cama casi de un salto y me cuelgo el bolso al hombro tras guardar el móvil en él.

Echo a andar rumbo a la estancia principal del apartamento así, medio vestida, pero medio en pijama. En realidad, no es que me dé vergüenza salir a la calle con estas pintas, porque, con lo holgadas que me quedan las desgastadas prendas, la verdad es que el conjunto se parece mucho a mi estilo habitual. Pero no quiero irme de aquí con la ropa de Sawyer puesta y luego tener que pasar por el bochornoso e incómodo momento de devolvérsela.

Cuando regreso a la cocina, él ya no está aquí. Pero, desde mi posición junto a la isla, lo localizo sentado en el sofá, con Mayonesa hecho una bola en su regazo, durmiendo profundamente.

—Lana dice que viene dentro de dos horas —anuncio mientras me acerco.

—Está bien.

Al llegar hasta él, me planto de brazos cruzados al lado del sillón, intentando disimular mi sorpresa. Esperaba que se quejase, alegando que eso es muchísimo tiempo y que tiene cosas mejores que hacer (como ir a la uni, por ejemplo).

—Mira, mejor la vuelvo a llamar y...

—Es igual —me corta, antes de que pueda decirle que estoy dispuesta a extorsionar a mi mejor amiga por teléfono hasta que acceda a venir a recogerme ahora mismo, equipada con una muda de ropa—. Pero siéntate. ¿O vas a estar dos horas ahí de pie de brazos cruzados?

Nada de enamorarseWhere stories live. Discover now