Capítulo 41

6.4K 344 82
                                    

—¿Habéis follado o no?

La pregunta me pilla tan desprevenida que el traguito que le acabo de dar al té se me va por el lado equivocado y empiezo a toser.

—Joder, Lana —me quejo, antes de volver a beber de la taza para que el líquido caliente me calme el incipiente dolor de garganta.

—Venga, Meg, ¿sí o no? —insiste mi mejor amiga. Su curiosidad me arranca una pequeña sonrisa y ella enarca ambas cejas—. ¿Eso es que sí? ¡Tía! ¿No pensabas contármelo?

Esta mañana hemos tenido la suerte de que la hora libre de ambas ha coincidido, así que, mientras almorzamos en la cafetería del campus, acabo de relatarle todo lo que ha pasado durante mi viaje a Dexterville. Todo, excepto el pequeño detalle de que me he acostado con Sawyer, claro. Y también he omitido todo lo que ocurrió inmediatamente antes.

—Algunas preferimos ser discretas con este tipo de cosas en vez de ir gritándolas a los cuatro vientos, ¿sabes? —replico, pero soy incapaz de dejar de sonreír.

A Lana, sin embargo, se le apaga el brillo divertido de la mirada.

—¿Te ha...? ¿Te ha tratado mal?

—¡No! —me apresuro a responder—. Por Dios, Lana, no. Claro que no.

De hecho, nunca me habían tratado mejor.

—Vale, vale —repone, aliviada—. Pero, entonces, ¿cuál fue el problema? ¿Se os olvidó el condón? O, peor, ¿se os rompió? ¿O...?

Me rio.

—No, idiota. No hubo ningún problema —la corto.

—Entonces, ¿qué? ¿Por qué no ibas a decírmelo?

—Porque... Tenías razón.

—Ah, ¿sí? —inquiere ella—. ¿Sobre qué?

—Sobre Sawyer y yo —confieso—. Me gusta. Me gusta mucho. Y creo que... Yo también le gusto a él.

—¡Pero eso es genial! —salta, entusiasmada, aunque yo no he terminado de hablar.

—Y el sexo fue mucho más que sexo. Fue... Bonito.

Lana pone cara de haber mordido un limón.

—¿Bonito? —repite—. Ugh, Meg. No sabía que ahora te iba ese rollo. Pensaba que estábamos de acuerdo en que follar tiene que ser... Sucio, no bonito.

—Ya, bueno —contesto, dándole vueltas a la cucharilla dentro de la taza, algo cohibida—. También fue un poco así. Mucho, en realidad.

La confusión inunda sus ojos marrones, de un tono muy parecido al de los míos. Junta mucho las cejas, también, teñidas de un rosa bastante más oscuro que su pelo.

—¿Qué?

Me lanzo a explicárselo y no sé hacerlo de otra manera que no sea con pelos y señales, porque así es como solemos hablar de este tema.

Cuando termino, se cruza de brazos y se echa hacia atrás en la silla, recostándose en el respaldo. Me da la impresión de que le está costando asimilar las palabras que acaba de escuchar y que va a tardar un buen rato en abrir la boca, pero no. Nada de eso. Chasquea la lengua, negando con la cabeza y me dedica una sonrisilla maliciosa de las suyas para despegar los labios enseguida.

—Lo sabía —es su veredicto—. Sabía que ese tío era un puto guarro en la cama.

Suelto otra carcajada.

—No tenías ni idea, tonta —la contradigo—. Además, tampoco te flipes. Solo ha pasado una vez.

—Pero va a volver a pasar, ¿me equivoco? —indaga, casi ansiosa—. Ahora estáis saliendo de verdad, ¿no?

Nada de enamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora