Capítulo 42

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Si pudiera viajar en el tiempo para hablar con mi yo de hace unos dos meses y medio, la Meg de mediados de septiembre me llamaría loca cuando le dijera que iba a acabar enredada entre las sábanas de Sawyer Winston.

A la Megan de ahora mismo, a mí, sin embargo, me parece maravilloso. Acabamos de repetir lo de la otra tarde en Dexterville y esta vez, por sorprendente que parezca, ha sido incluso mejor. Me encantan la atención, el cuidado y la dulzura que Sawyer le pone a cada gesto, a cada roce. Y adoro que, al mismo tiempo, esté dispuesto a hacer todo lo que sea necesario para llevarme al límite del placer, que también sepa dejar de ser suave cuando lo necesito.

Tiro de la cadenita de plata que le rodea el cuello mientras me acerco más a él para besarle. Es poco más que un pico, pero basta para que un agradable pinchazo de calidez me atraviese el pecho y me niegue a volver a concederle la distancia que nos separaba tumbándome a su lado. En vez de eso, descanso la cabeza en su hombro y le rozo el costado izquierdo con los dedos, donde, aunque no puedo verlo, sé que tiene ese alucinante tatuaje.

—¿Significa algo?

Sawyer niega con la cabeza.

—Que quería hacer enfadar a mi padre —contesta, no obstante.

—Eso ya es algo, Romeo —repongo, risueña—. ¿Funcionó?

—Demasiado bien —resopla.

Tras esa respuesta, dejo que el silencio se apodere de nuevo de su cuarto. No tenía pensado quedarme a dormir aquí y, de hecho, al salir de casa le he dicho a mi abuela que volvería pronto, pero en este momento no hay nada que me apetezca menos que abandonar esta cama y el calor de los fuertes brazos del chico a mi alrededor. Las sábanas huelen a él y su agarre es firme, seguro. No quiero irme nunca.

—Eres tan bonita —murmura, después de un buen rato de agradable quietud en el que he llegado a pensar que el sueño ha conseguido vencerle. Pero no es así.

Me aparta algunos mechones de pelo de la cara con las puntas de los dedos, metiéndomelos detrás de la oreja. Las raíces castañas tienen ya un par de centímetros de longitud, pidiéndome a gritos que vuelva a teñirme. Él deja un beso en mi coronilla y me pregunto cómo pude pensar durante tanto tiempo que le asqueaba.

—Tengo que decirte una cosa —sigue diciendo, todavía en un susurro, pero apenas le escucho.

—Has estado con chicas muchísimo más guapas que yo —replico, en mi mundo.

Rubias de verdad, altas, con más tetas, más culo, más curvas. Aunque tampoco hay que ser una supermodelo ni nada parecido para superarme en belleza.

Sawyer chasquea la lengua.

—Todas tenían el mismo problema.

—¿Ser unas niñatas malcriadas? —intento bromear.

—No —bufa.

—¿Tener más dinero que tú? —pruebo de nuevo, intentando hacerle de rabiar.

Niega con la cabeza.

—Ninguna de ellas era Megan Dabney —confiesa—. Tú... A ti podría pasarme toda la vida mirándote, preciosa.

A estas alturas, ni siquiera me molesto en tratar de disimular. Dejo que vea la enorme sonrisa que se me ha formado en los labios y él sonríe también, dándome otro beso, esta vez en la boca.

—Mi abuela y su novio se van a Maine en un par de días —comento cuando se aparta—. Iré a visitarles en Navidad y estaba pensando que tú podrías... En fin, solo es una idea, pero, si quieres...

Sawyer se ríe bajito.

—Por supuesto —interrumpe mis balbuceos—. Me encantaría acompañarte.

Vuelvo a sonreír.

No deja de maravillarme lo fácil que es todo con él. Lo sencillo que ha sido pedirle esto, igual que cuando, hace un rato, le he informado sin ningún reparo de que han expulsado a Nate y él, un poco después y con total naturalidad, me ha contado cómo, tras una larga y complicada charla con ella ayer por la tarde, Emma ha decidido perdonarle.

Tampoco me resulta nada difícil decirle lo que le digo a continuación. No así, con una mano sobre su corazón y sus labios posados en mi frente, sin apartarse después de haberme dado un beso distraído.

—Pensaba que ya había estado enamorada, ¿sabes? Pero no puede ser. Porque esto que siento ahora... No lo había sentido nunca.

Esta certeza de que me daría igual si se acabara el mundo ahí fuera mientras yo pudiera seguir aquí, con él, sintiendo su pulso bajo mis dedos.

En lugar de decir nada, Sawyer me besa una vez más.

Nada de enamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora