Capítulo 45

5.8K 281 108
                                    

—¿Se puede saber cuándo coño pensabas contármelo? ¿O tú tampoco ibas a atreverte a hacerlo? ¿Y en qué momento...? ¿Cómo es que lo sabías?

—¿De qué estás hablando, tía?

—De lo de Sawyer. ¿De qué va a ser?

A mi mejor amiga se le enciende una chispa de diversión en la mirada y esboza una de sus sonrisas cargadas de mala intención.

—Así que por fin te ha dicho que siempre ha estado locamente enamorado de ti. Le advertí de que te sentaría fatal averiguarlo, pero no esperaba que te cabrearas tanto, madre mía. ¿Por qué...?

—Esto no es un puto juego, Lana —le gruño—. ¿Lo has sabido desde el principio? ¿Has estado compinchada con él?

Quiero creer que no. Porque, si su respuesta a estas dos preguntas es afirmativa, ha tirado a la basura nuestra amistad.

—No, claro que no. Relájate un poco, Meg —bufa—. Yo... Me enteré poco antes de Halloween, una tarde que tuvimos un examen y me acerqué a hablar con él.

No soy capaz de describir el alivio que me inunda al escucharla. Es tan intenso que consigue que me fallen las rodillas y que me vea obligada a sentarme en el sofá. Lana, cautelosa, viene a tomar asiento a mi lado, manteniéndose a una distancia prudencial. La he atacado sin ninguna explicación previa en cuanto ha entrado por la puerta de mi piso, quince minutos después de haberle enviado un mensaje en el que le he dicho que necesitaba viniera urgentemente. Y eso ha sido tras pasarme cerca de una hora llorando en la cocina al regresar de la uni, de dejar a Sawyer plantado en el aparcamiento. Al llegar a casa, he tenido que apagar el móvil porque no ha parado de llamarme y hablarme por WhatsApp.

—Cuéntamelo todo —le pido a Lana, más calmada.

Y me lo cuenta.

Me cuenta que, aquella tarde previa al último día de octubre, esperó a Sawyer fuera del aula en la que se estaban examinando y lo abordó en cuanto el chico salió por la puerta. Le preguntó (con muy malas formas, al parecer) de qué iba en realidad el trato que había hecho conmigo, porque no se había creído ni por un segundo que me hubiera escogido a mí para ser su novia falsa así porque sí. Y, por lo visto, Sawyer le confesó que me escuchó hablando con la señorita Pennebaker sobre la denegación de mi beca a través de la puerta del despacho de la mujer y decidió elaborar todo ese plan para echarme una mano con el dinero. Lana le presionó hasta que logró sonsacarle que fuimos amigos de niños y hasta conseguir, también, que admitiese que yo siempre le he gustado.

—No terminó de convencerme eso de que llevaba siglos enamorado de ti, pero decidí darle un voto de confianza y esperar a ver cómo se comportaba antes de comentártelo a ti —sigue explicándome Lana—. Y, cuando la noche de la fiesta de Tucker Kessler, me llamó para ver si le daba permiso para llevarte a su casa porque te negabas a irte a la tuya o pedirme ayuda a mí... Me lo creí. Pensé que, si no te quería como decía quererte, cómo mínimo sí que le importabas. Y, tras insistirle mucho, me aseguró que iba a contártelo todo en cuanto se te pasara la borrachera. Por eso a la mañana siguiente te pregunté si habíais follado. Luego... Hablamos un par de veces más sobre el tema y le aconsejé que aclarase las cosas contigo cuanto antes, porque si no sería yo quien te lo chivara todo.

—Joder, Lana —mascullo, intentando asimilar esta nueva información.

—Ya. Es muy fuerte. Pero no pienso disculparme. Necesitabas el dinero y, encima, el tío se estaba portando genial contigo. Si te lo hubiera contado todo en Halloween, como le dije que hiciera, ahora mismo estaríais viviendo felices y comiendo perdices.

Cómo no. Lana y su estúpido e idealizado amor romántico.

—Si tú tampoco crees que hayas hecho nada malo, es mejor que te largues de mi casa —le ladro.

Nada de enamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora