xli. redamancia

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redamancia; el acto de amar a quien te ama, un amor devuelto en su totalidad.

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- Amor. - Comencé a escuchar como alguien me susurraba mientras me acariciaba el pelo. - Amor. - Dejó un beso en mi frente. - Dale gordo. - Seguía dándome besos en la cara y relaje mi semblante con mis ojos cerrados disfrutando de aquello. - La puta madre gordo despertate.

Me reí y abrí los ojos de golpe, Irina estaba acariciando mi pelo y me miraba con una sonrisa de oreja a oreja. - Hola. - Murmuré.

- No puedo creer que me haya despertado antes que vos. - Me sonrió y dejo un pequeño beso en mis labios.

- Yo tampoco. - Acomodé un poco su pelo que molestaba en su cara. - ¿Qué hora es?

- once y media. - Me contestó sonriendo, yo alce las cejas. casi siempre me despertaba entre las nueve y las diez. - Pedí el desayuno a la habitación que debe estar por llegar. ya me bañe si queres date una ducha vos.

Fruncí el ceño sin entender como Irina se habia despertado antes que yo y encima habia hecho tantas cosas, pareció leer mi pensamiento y siguió. - Intente despertarte y no habia forma.

Me reí y asentí levantandome de la cama para ir al baño.

Cuando salí Iri estaba esperandome en la cama con el desayuno a los pies. - ¿Hoy vamos al Louvre entonces? - Me preguntó mientras yo me acostaba a su lado.

- Si, cuando terminemos podríamos ir y si sobra tiempo recorremos algo mas de por aquí. - Estuvo de acuerdo por lo cual comimos bastante rápido algunas cosas que habían traído y salimos a caminar.

- Nos quedan dos días aqui. - Dije mientras agarraba su mano y nos dirigiamos al museo. - ¿Algo que quieras hacer en particular? - Negó pero pareció pensarlo un rato mas.

- Me gustaría ver la torre iluminada. - Dijo con sus ojitos brillantes. anotado mentalmente. - ¿Podríamos verla alguna noche mientras cenamos en la terraza del hotel? - Yo asentí y ella pareció feliz por mi aceptación.

- Mañana. hoy ya tengo planes para nosotros. - Mentira, no tenia ningún plan. pero si eso era para ella el mejor plan que podríamos hacer en Paris lo dejaría para cuando le pida ser novios.

Llegamos al Louvre y la argentina parecia fascinada con absolutamente todo. - No sabia que te gustaba tanto el arte. - Observé mientras caminábamos por los pasillos.

- Yo tampoco. - Rio. - Pero es todo tan fantástico. - Asentí y seguimos admirando cada una de las obras; aunque a veces me perdía en todas las facciones de Irina y dejaba de ver las pinturas.

- Mi madre y mi padre se conocieron en un museo. - Soltó después de caminar algunos pasillos mas. - Ella estaba viendo una pintura y se quedo allí como por una hora y mi padre le dijo de mala gana que otras personas también querían observarla. - Se rio y yo escuche atento. - Pero ella se disculpo y le explico porque le gustaba tanto ver esa pintura en específico. al final mi padre termino pidiendo disculpas e invitándola un cafe. - Tomo mi mano y me siguió guiando. - Mi padre siempre lo cuenta.

- Muy romántico. - Agregué. - ¿Cómo le contaremos a nuestros hijos que nos conocimos?

La argentina pareció sorprendida y luego se dedicó a pensarlo algunos segundos dejando de caminar. - Pues que enamore a su padre desde el primer momento que me vio y siempre venia a comprar chicles con la excusa de verme. - Sonrió satisfecha y yo le di un beso en la cabeza.

- Unos chicles que no me gustaban. - Aclaré. - Pero lo demás no es mentira.

- ¿No te gustaban los chicles de menta? - Preguntó sorprendida, nunca le habia dicho la verdad.

cafuné - pedriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora