iii. paihuen

3.9K 214 9
                                    

paihuen; lugar para estar en paz.

-----------------

PARTE 2.

Cuando me di cuenta ya estábamos en el subte con Pedri dirigiéndonos a la casa de mi abuela; no se si no habia subtes en España o eran distintos, pero el futbolista miraba todo asombrado.

- Solo estoy disociando. - Respondió luego de unos minutos al notar que lo miraba y mi risa se escucho en todo el vagón. - Tengo miedo de conocer a tu abuela.

- Estoy mas que segura de que te va a amar. - El sonrió y asintió aunque se notaba no tan convencido. - Yo tengo miedo de que la matemos de un paro cardiaco cuando nos vea llegar de sorpresa.

Nos bajamos en la estación que nos correspondía y caminamos dos cuadras para llegar a la casa de mi abuela; los mismos colores, mismas plantas y la misma vibra hogareña de siempre. 

- Que linda casa. - Opinó Pedri y yo asentí antes de tocar el timbre.

Luego de unos minutos, salió mi abuela por la puerta seguida de Manchas; su perro que la acompañaba a todos lados desde que tengo memoria, pero ahora todo canoso. Mi abuela Angela, se iba acercando a nosotros con su ceño fruncido, como si estuviera enfocando su vista para reconocernos.

 Abrió su boca cuando se dio cuenta quien era.

- Iri, nena. - Sonrió y comenzó a caminar más rápido, lo que su cuerpo aún le permitía, para llegar a la puerta y abrirla. - Pero mira que grande que estas. - Nos fundimos en un abrazo cariñoso y mis ojos se llenaron de lagrimas cuando volví a sentir los brazos de mi abuela rodeándome, los habia extrañado. - ¿Y este muchachito?

- Es mi novio, Pedri. - Sonreí y mi abuela rompió nuestro abrazo para dirigir su atención exclusivamente a Pedri.

- Hola, un gusto. - Sonrió el futbolista y se acerco a mi abuela para dejarle un beso en la mejilla.

- Que bonito muchacho, no sabia que tenías novio Iri. - Mi abuela volvió a mirarme. - Pasen pasen, que prepare mucha comida rica! Menos mal que vinieron un sábado.

Con Pedri nos miramos y nos reímos como si no hubiera estado todo planeado.

Entramos a la casa y yo me dispuse a acariciar a Manchas mientras Pedri habia sido secuestrado por mi abuela para contarle la historia detrás de cada foto colgada en la pared.

- ¿Te gusta la lasaña querido? - Le preguntó Angela una vez terminaron el recorrido.

- Si si, me encanta. - Sonrió y nos dividimos las tareas para ayudar a mi abuela con la mesa así no tenia que ocuparse de todo.

- ¿Y que los trae por acá? ¿Planean vivir en Argentina? - Preguntó mi abuela una vez que nos habíamos sentado todos en la mesa a comer.

Pedri no contestó. Tenía la boca llena de la comida que se notaba que estaba disfrutando. Así que tome palabra por el.

- Nono, estamos bien allá. Yo hasta ya estoy estudiando en la universidad. - Sonreí orgullosa hacia mi abuela que me miraba feliz. - Pero tenia muchas ganas de que el conozca Argentina, donde nací y me crie. - Los dos sonrieron y asintieron.

- Estoy muy feliz por eso niña, sabia que te iría bien donde sea. - Tomo mi mano por encima de la mesa. - Y me alegra que me lo hayas presentado, parece muy buen chico. Cuéntenme, ¿Cómo se conocieron?

- Lo enamoré el primer día que nos vimos abu. - Sonreí mirando a Pedri y el revoleó los ojos pero con una sonrisa formada en sus labios.

- Yo a tu abuelo también. - Mi abuela soltó una mini carcajada.

- Es que trabajaba cerca de donde yo entreno y fue imposible quitarle los ojos de encima desde que la ví. - Mi abuela se giró a mirarlo completamente, prestando atención. - Costó mucho pero ya estamos viviendo juntos.

- Que bello, me alegra que hayan podido conocerse. Se nota que están destinados, siempre lo supe. - Ambos la miramos con una mueca de desentendimiento. - Desde el momento en el que supe que mi nieta debía marcharse a España supe que allí iba a conocer al amor de su vida; las cartas me lo contaron un día mientras iba a comprar unos chicles de menta. - Se me erizó la piel al escucharla y mire a Pedri para confirmar que le había pasado lo mismo. - En realidad me dirigía al kiosco y encontré las cartas en el piso, justo me habías contado hace tan solo unas horas que te marcharías y vi las cartas en el piso anunciándome la llegada del amor verdadero y puro, no pude pensar en otra persona que no seas tú. - Ninguno de los dos pudo hablar. - Pero vaya uno a saber, tampoco le crean a una vieja loca.

Con Pedri nos quedamos algo sorprendidos; tampoco íbamos a creer ciegamente en lo que decía mi abuela sobre unas cartas que había encontrado en la calle pero justo yendo a un kiosco a comprar chicles de menta... me volaba la cabeza con solo pensarlo.

- Nos conocimos en un kiosco por unos chicles de menta... - Susurré como pude y mi abuela abrió los ojos sorprendida.

- Las cartas nunca fallan. - Sonrió algo satisfecha. - Solo fallaron cuando me dijeron que ibas a formar una familia con un jugador de futbol. - Bufó y yo trague saliva fuertemente. - Pero recién tenias 8 años, podían fallar, no había nada escrito. - Dejó de hablar cuando nos vio a Pedri y a mi pálidos. - NO ME DIGAS QUE SOS JUGADOR DE FUTBOL. - Apuntó con su dedo a el canario que asintió como pudo.

- Que locura. - Susurró aun con los ojos abiertos y el rostro blanco como un papel.

Pasamos la tarde hablando, jugando juegos de mesa que le gustaban a mi abuela, revisando álbumes familiares viejos llenos de fotos y más. Extrañaba pasar tiempo con ella y estar allí me hacia sentir un agujero en el pecho sabiendo que la iba a dejar sola de nuevo cuando vuelva a España, ella necesitaba compañía.

- ¿Por qué no le dices que viaje a España con nosotros? - Habló Pedri apenas mi abuela se paro para dirigirse a la cocina y preparar cafe. Como si hubiera leído mi pensamiento, amaba que se de cuenta de todo.

- No le gusta. - Negué. - Dice que aquí nació y aquí morirá.

El asintió entendiendo. - No me dijiste que era bruja. - Sonrió.

- Sabia que le gustaba pedirle consejos a las cartas pero tampoco tanto. - Alcé los hombros. - ¿No es una locura que estamos destinados desde que tengo ocho años?

- Estoy seguro de que estamos destinados desde el día en que nacimos. - Me sonrió y acomodo mi pelo detrás de mi oreja para darme un pequeño beso en los labios. - Te amo.

- Yo más.

Terminamos el día entre risas y charlas, cuando ya habia oscurecido decidimos que era hora de volver al hotel.

- Chau abu, gracias por todo. - Saludé a mi abuela con un abrazo. - Quizás antes de irnos volveremos a visitarte.

- No se preocupen por mi pequeños, disfruten su tiempo en Argentina y recorran lugares. - Sonrió dando palmadas en mi espalda. - Yo estaré tranquila sabiendo que estas con la persona que corresponde.

Se soltó de mi agarre para mirar al canario. - Me alegro que seas tú quien cuide de mi nieta. - Pedri se acercó para dejarle un abrazo. - Se los ve felices.

- Gracias por recibirnos Angela, fue un placer conocerla al fin. Y le prometo que cuidare de Iri.

Nos subimos al taxi y nos dirigimos  al hotel; yo estaba conmovida por todo lo que había pasado. Que las cartas, que mi abuela, mi ex casa, su soledad, los álbumes de fotos, Argentina, mi familia. Como si volver allí hubiera revolucionado todo.

- ¿Qué pasa preciosa? - Pedri colocó su mano en mi pierna viendo que estaba algo callada.

- Nada, es solo que me siento mal por dejar a mi abuela atras. Como si ya fuera parte de mi pasado, y no lo es. Y me emociona que al fin se hayan conocido. - Sonreí y el movió un poco su mano para dejar unas caricias en mi muslo. - Me puse muy sensible.

- Sigo sorprendido con lo de las cartas. - Rió y tiro de mi para que apoye mi cabeza en su hombro. - No te sientas mal, se nota que tu abuela te ama y esta orgullosa de la mujer en la que te has convertido. - Besó mi cabeza. - Yo también lo estoy.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Jul 16, 2023 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

cafuné - pedriWhere stories live. Discover now