Capitulo 46

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Cuando el ascensor se detuvo, la música también lo hizo. Sin embargo, mi respiración se aceleró demasiado, sentía que me iba a desmayar en cualquier momento. Las puertas se abrieron de par de en par, Ion estuvo a punto de bajar por la compuerta, pero Níger lo detuvo. Inmediatamente, una ráfaga continua de balas salió disparada desde afuera hacía el ascensor, dañando el no muy bello tapiz de la caja del elevador. Cari buscó mi mano y la apretujó con fuerza, asustada. Después de unos segundos, las balas se detuvieron. Níger tomó una granada y se deshizo del seguro, para luego lanzarla por la puertilla del techo. El pequeño explosivo rebotó y rodo hacía afuera del ascensor, escuchamos unos gritos de pánico que quedaron silenciados por la explosión. Mientras la nube de humo lo cubría todo; Níger, Jack e Ion brincaron por la puertilla y avanzaron disparando hacía la sala. Le seguimos Bernard, Wallace y yo.

Cuando caí al suelo me puse rápidamente de pie y comencé a disparar entre el humo a todos los soldados de Mantícora que encontraba, después de unos cortos minutos, todos habían caído al suelo, y la sala se había sumido en un completo silencio. Algo andaba mal.

-Acérquense-nos llamó Níger.

Seguí su voz hasta donde nos encontramos todos y nos colocamos espalda con espalda con el arma levantada. El humo se fue esparciendo y pude contemplar la sala de mando de Mantícora. Era una enorme estancia dividida en dos secciones. La primera; donde nos encontrábamos sufría una leve depresión de un metro aproximadamente en comparación con la segunda, contenía cientos de enormes ordenadores y tanques de metal, posiblemente contenían algún combustible. En las paredes, corría una serie de tubos hacia quién-sabe-donde. Detrás de nosotros estaba la entrada por el ascensor, junto a la cual se encontraba un segundo accesos por una larga red de escaleras. Enfrente de nosotros, en una pequeña elevación de un metro, se encontraba Mantícora en la segunda sección.

La segunda era mucho más escalofriante, tenía enormes ve ventanales que miraban hacia la ciudad, había una serie de paneles llenos de botones y palancas alrededor de la sección. En las paredes de concreto estaban plasmadas holográficamente cientos de imágenes que mostraban el planeta tierra, Beagtown, la zona de batalla, etc. En medio de todo esto, se encontraban nuestros enemigos.

Había alrededor de veinte soldados de WICA en la primera línea, detrás de estos estaba el Almirante, el General, el Cazador y el Mayordomo, y al final, se encontraba el Ojo. El hombre andaba en una nueva silla de ruedas, bastante intimidante. Tenía las dos ruedas principales más grandes que de costumbre, junto a estas había pequeños tanques, parecidos a los de un extintor pero en color negro con el logo de Mantícora grabado. A cada lado del respaldo de piel, se asomaba una pequeña pero potente bocina por la cual el Ojo se comunicaba.

Todos nos apuntaron con sus armas.

-Señor Yates-saludó el Ojo-Sean bienvenidos, a mi casa...

-¡Diez minutos para la Desolación!-anunció una extraña voz, al estilo: Siri.

El General sonrío victorioso.

-No pueden contra nosotros, ríndanse y les daremos una muerte rápida y dolorosa-sonrío el Almirante.

-Señor Yates-me llamó el Ojo-Señor Rackoczy, Poupard, Zhang, Marks...todos ustedes, les di la oportunidad de rendirse muchas veces, y he aquí mi última oferta...dejen sus armas atrás, y que ahora mismo mis hombres los escolten a nuestro Bunker debajo del edificio...no, es más...dejen a WICA atrás y se abran ganado un boleto para sobrevivir en el Arca.

-Tu mandaste infectar a Cari a propósito-le acusé.

-Así es.

-Tú mandaste matar a Bob, a Seth y a Paul; especialmente...-le acusó Ion.

Virus Letal V: The DesolationOù les histoires vivent. Découvrez maintenant