XLIII - Todo cambia para tu bien

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Han pasado poco más de dos meses desde que Bruno me dirigió la palabra aquel día en el elevador. No he sabido absolutamente nada sobre él ni su mundo, ni Agnes, ni Hayley, ni nadie de los amigos de Bruno han tratado de contactarse conmigo y la verdad yo no pensaba en dar el primer paso. Me he dedicado exclusivamente al estudio y gracias al cielo pude ponerme al corriente con rapidez. Sophie aún no sabe sobre lo de Bruno, no le decía precisamente porque yo todavía no lo superaba, me dolía encontrármelo y que él no me dirigiera ninguna mirada, le valgo una total mierda... como si fuéramos desconocidos.

Me frustro porque ni yo misma sé que es lo que quiero, no sé qué es lo que espero, ¿Qué me hable?, ¿Qué me ruegue?, francamente no lo sé.

Es sábado en la mañana, me encuentro en pijamas acostada en el sillón de mi sala disfrutando de Gossip Girl.

¿Qué si saldré hoy?, es un rotundo...NO. Tuve suficiente con la última vez que salí, además de que mi ánimo esta por los suelos.

Miro la hora en mi iPhone y tengo una llamada perdida de mi madre lo que me hace rodar los ojos. Hace unas semanas hicimos "las paces" para pasar una tranquila navidad y lo que más me estresaba era que no dejaba de preguntar sobre Bruno.

Dios, tengo que dejar de pensar en él. Estoy tan harta.

Me debato si salir al centro comercial o quedarme todo el día en casa. Elijo la primera opción ya que estos meses no he salido más que a la escuela y estaba tomando un color aún más pálido. Además buscare algún trabajo en alguna cafetería ya que mi padre ha estado reprendiéndome sobre que ya no pensaba pagarme completamente la renta del departamento.

Me levanto y entro al baño, me quito mi pijama y abro la llave del agua. Espero a que se caliente y entro dándome una ducha rápida. Me envuelvo en una toalla y camino hacia mi armario. Me decido por algo cómodo, unos leggings negros, un suéter tejido azul el cual me quedaba más grande de lo normal ya que había perdido bastante peso y unas botas militares negras. Me maquille naturalmente sin delinearme y deje mi cabello naturalmente ondulado.

Tome mi bolsa y me asegure que las cosas básicas estuvieran dentro de ella. Salí y camine hacia el ascensor y en cuanto este se abrió me dejo a la vista a nada menos que a Polett.

Llevaba un vestido blanco de manga larga excesivamente corto, tacones inmensos y un maquillaje súper cargado. Desde kilómetros se podía apreciar que era una total puta. Me miro de arriba abajo y levanto una ceja con superioridad mientras ponía una mano en la cadera. Me preguntaba desde hace cuánto tiempo viene, y claro sale sobrando decir por quien viene. Bruno.

-Nos volvemos a encontrar... niña- riendo con la última palabra lo que me hizo rodar los ojos. Pasamos y chocamos los hombros, mientras ella soltaba una carcajada, lo que no comprendía era, ¿Qué era tan gracioso?

Pulse el botón para el primer piso.

-Puta- susurré, ella rápidamente se dio la vuelta.

-¿Cómo me dijiste?- dijo poniéndose roja de la furia.

-¡Puta!- dije mientras las puertas se cerraban y levantaba mi precioso dedo de en medio. Su boca era una gran "O". No entiendo por qué se ofendió, no creo que yo haya sido la única en decirle sus verdades.

Camine hacia la salida del edificio, sin dejar de saludar a John quien me dijo que le alegraba verme.

Al salir los fríos aires de enero me golpearon el rostro sintiendo como si miles de agujas se encajaran en él. Me abrace a mí misma y camine más adelante para tomar un taxi.

Cuando por fin un taxista se apiado de mí, me refugie del frio dentro del taxi, le pedí que me llevara al centro comercial y en 6 minutos ya estaba entrando en él. Lo primero que hice fue ir a comprar un café para calentarme, pregunte en esa cafetería si ofrecían trabajo y me regalaron un lindo "no".

Recorrí todas las cafeterías y en ninguna ofrecían trabajo. Ya por vencida me senté en una banca para terminar mi café el cual ya estaba frio.

-Maldita pobreza- susurre para mí misma y levante la vista encontrándome con una tienda de objetos antiguos.- Me pregunto si...- no termine de decirlo cuando comencé a caminar hacia ahí.

Abrí la puerta y unas campanas sonaron. Había cajas de todos los estilos y tamaños ordenadas a la perfección, así como jarrones, centros de mesa, libros, lámparas, relojes, en fin, muchísimas cosas.

-¿Qué es lo que anda buscando?- escuche una débil voz, volteé, provenía de una señora ya anciana, quien caminaba hacia mí.

-Oh, quería saber si aquí ofrecen trabajo- dije dando mi mejor sonrisa y acomodando un mechón rebelde de cabello tras mi oreja.

-¡Querida llegas como un ángel!- dijo la señora tomándome de un hombro- mi nieta hace unos días que renuncio y yo no tengo las energías como para limpiar el polvo o atender a varias personas, mírame- dijo alejándose un poco haciéndome reír- ya no soy una jovencita, como tú.

-¿Entonces, si me dará trabajo?- dije mordiéndome el labio inferior.

-Solo si prometes venir puntualmente- dijo mirándome severamente.

-Lo prometo.

-Perfecto, que te parece si comenzamos... ¿ahora?

-Claro- dije con felicidad.

Bueno... fue fácil. Al fin la vida me traía un poco de éxito.

No hice tanto trabajo, solo barrí y atendí a unas cuantas personas. La mayoría solo iba a curiosear, y eso me estresaba.

Cuando cumplí con 5 horas de trabajo la señora la cual se llamaba Mary me dejo irme.

Iría a trabajar de lunes a sábado, de 5 a 10 de la noche. Con excepción de los sábados que empezaría de 3 a 8 de la noche.

Cuando salí me decidí por comer, así que compre un emparedado de Subway. Cuando termine eran alrededor de las 4 de la tarde así que elegí irme caminando hacia el departamento ya que aunque hacia mucho frio, el Sol estaba en su punto. Claro, en mi bolsa tenía una navaja y gas pimienta, por si un delincuente intentaba asaltarme.

Cuando llegue al edificio me dirigí rápidamente hacia el ascensor, quería hacer chocolate caliente, envolverme en una cobija y ver Gossip Girl por lo que restaba del día. Las puertas se abrieron y dejo a la vista a dos figuras en la puerta vecina comiéndose a besos. Polett y Bruno.

Mi corazón se empequeñeció y mis ojos picaban. Mierda.

Camino hacia mi puerta y mis pasos resuenan sobre los ruidosos besos haciendo que Bruno levante la mirada hacia mí. Polett está besando su cuello y al parecer no nota mi presencia.

Bruno y yo no hemos roto el contacto visual. La perra lleva una de sus manos hacia la entre pierna de Bruno haciendo que este suelte un gemido. Yo solo negó con la cabeza y abro mi puerta.

Y antes de cerrarla escucho.

-Vete de aquí, no quiero volver a verte, puta- No sé por qué una sonrisa se instala en mis labios.

Creo que no soy la única que le ha dicho ese adjetivo.


TRAPPED (Ian Somerhalder)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant